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Después de la tragedia

Después de la tragedia

martes 09 de marzo de 2010, 18:47h
Mil doscientos millones de dólares es el monto que dio el fin de semana pasado el ministro Sergio Bitar para reconstruir los daños sufridos por Chile durante el terremoto y los maremotos del 27 de febrero. Eso, en lo económico. El desafío para el nuevo Gobierno de Sebastián Piñera, que se inicia el 11 de marzo, es enorme. Pero también hay otras cosas que se vienen abajo en los terremotos: la confianza, la solidaridad, la apuesta por el país. La sospecha de ser agredido no solo por la naturaleza, sino por los semejantes. Las tragedias de este tipo arrojan, por desgracia, brutalmente, lo mejor y lo peor de los seres humanos. Son una fotografía en blanco y negro en la que aparece toda la gama que va entre el heroísmo y la cobardía.

En el caso de Chile, algunos de estos valores fueron también afectados no solamente por lo sucedido en los minutos fatales de la madrugada de ese día, sino sobre todo después con los saqueos, la falta de ayuda oportuna y de seguridad en las zonas más golpeadas del sur, que son las que tienen menor porcentaje del PIB. Posteriormente, sin embargo, la apuesta por el país, el orgullo de ser chilenos y la confianza de salir adelante por sí mismos dan muestras de que esos daños no han afectado al conjunto del país ni siquiera a los sectores más golpeados. Eso es lo que se mostró en la gigantesca Teletón del fin de semana, en la que la presidenta Bachelet y el presidente electo Piñera se unieron, con la bandera de Chile, entonando la "canción patria" mientras la televisión mostraba una columna interminable e impresionante de camiones que salían de Santiago hacia el sur con víveres, carpas, medicinas.

¿Cuándo se construye el sueño de ser un país? ¿Quiénes lo hacen y cómo lo transmiten? ¿De dónde el orgullo, legítimo, de pertenecer a una comunidad con una historia y un destino propios? A lo largo de estos difíciles días, surgieron estas preguntas mientras la televisión daba cuenta de los horrores sufridos pero también de la valentía y de la afirmación de los chilenos por su país.

Ciertamente, la tragedia mostró debilidades y errores de organización. No solo la falta de aviso de los maremotos que golpearon a las poblaciones del sur y de Juan Fernández, sino la demora en la organización, la llegada y la distribución de la ayuda y las fracturas de la seguridad que se sufrieron y que obligaron a la organización de grupos de vecinos para resguardar sus propiedades. Las desigualdades sociales pasaron también su factura. Igualmente, hay que destacar el gesto inédito en otras partes de la devolución de artefactos eléctricos que ciertamente nada tenían que ver con las necesidades apremiantes de la hora.

El sistema de alertas tempranas no funcionó. Lo que nos obliga, por supuesto, a los demás latinoamericanos a preguntarnos qué estamos haciendo en este tema. Lo sucedido en Chile es una lección tremenda que nos cuestiona sobre nuestras propias condiciones de supervivencia en catástrofes similares e incluso menores. En todo caso, la solidaridad, el afecto y el cariño para un país tan querido y cercano y lo mejor para su próximo Gobierno.

alandazu@hoy.com.ec
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