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Si las sotanas fueran de bronce...

Si las sotanas fueran de bronce...

martes 16 de marzo de 2010, 15:07h

Portavoces del Vaticano y de obispados se esfuerzan en pedir disculpas por los numerosos casos de abusos sexuales, especialmente a menores, por parte de sacerdotes y en colegios religiosos de algunos países. Y también por haber sido encubiertos en algunos casos por la jerarquía, que castigaba a los culpables pero silenciaba los hechos por aquello de evitar el escándalo. Incluso han pedido públicamente perdón y en algunos casos se han indemnizado las víctimas.

Al mismo tiempo, representantes cualificados de la Iglesia se empeñan en rechazar que estas  conductas de algunos curas tengan nada que ver con el celibato obligatorio de éstos. Su tesis es que la abstinencia sexual impuesta a las personas investidas con el sacramento sacerdotal, es buena para su entrega total al servicio desinteresado a los fieles, y que a ello se han consagrado voluntariamente. Y que si siguieran las normas canónicas, estas conductas desviadas no se darían.

En  el plano teórico, todo esto queda muy bien y es respetable. Pero demuestra un profundo desconocimiento de la realidad: de la real naturaleza de la persona humana y de la realidad social en que actualmente vive inmersa, sea consagrada o no. La realidad es la realidad; es como es y no como se desearía que fuese. Y por muchas disculpas y razones que den, ni la naturaleza humana ni la realidad de las cosas cambiarán. Y aunque, vistos en conjunto, puedan ser minoritarios, por muchos que sean y vayan trascendiendo a la opinión pública, son casos reales inadmisibles y condenables No merecen excusa, ni silencio ni contemplación, sino el juicio de los tribunales. Y no cabe el encubrimiento, que sería punible.

Parece que, también en este tema, las altas jerarquías de la Iglesia, muestran una gran miopía que no les deja ver las cosas como son.
Muy distinto de lo que, hace muchos años ya, un joven cura de Lérida, proclamaba con desparpajo en pleno tren en que viajaban unas chicas guapas, de regreso de la Universidad Internacional de La Magdalena (Santander): “si las sotanas fueran de bronce, ¡se oiría cada badajazo!”.

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