martes 06 de abril de 2010, 19:30h
Leo en la prensa de estos días informaciones sobre la nueva confrontación provincial que ha estallado en el Ecuador, esta vez entre Cañar y Chimborazo, por una disputa de límites seccionales. Comunidades indígenas del Cañar se han concentrado en su cabecera cantonal para protestar contra la provincia vecina, convocados por un alcalde que, paradójicamente, se llama Belisario Chimborazo. A la vez, el prefecto de la Provincia de Chimborazo y los alcaldes de Alausí y Chunchi se han movilizado, junto con sus seguidores, para acopiar documentación que sustente la defensa de sus límites provinciales.
De un lado gritan "Chimborazo, escucha, Cañar está en la lucha". Del otro, anuncian que no cejarán en la "defensa de su territorio". Unos y otros argumentan que buscan defender su "dignidad provincial" y su "heredad territorial".
La provincia del Cañar ha creado una Comisión Técnica de Límites, la que ha establecido que ella tiene problemas de linderación con las provincias de Guayas, Bolívar, Chimborazo y Azuay, es decir, con todas las que le rodean. Y se dice que esta entidad busca solucionar pacíficamente esos problemas, a base de razonamientos históricos, geográficos y de ocupación demográfica, aunque la agitación popular promovida por el alcalde de Cañar no apunta a una solución pacífica, sino que atiza el conflicto.
Viendo el panorama nacional, hallamos que el Ecuador se encuentra cruzado de problemas de límites internos. Los más visibles son los que enfrentan a Santo Domingo y Esmeraldas, por la posesión de La Concordia; a Azuay y Guayas, por la posesión de Ponce Enríquez; a Cañar y Guayas, por la posesión de Pancho Negro y El Piedrero. Y pese a su antigüedad y peligrosidad, estos conflictos no han sido solucionados hasta hoy, en parte por la lerdura e ineficiencia de la Comisión de Límites Internos de la República, y también por el encono con que ciertos líderes locales manejan este tipo de problemas, contagiando su acritud a los sectores populares.
Es hora de enfrentar esta cuestión desde su raíz. La Senplades debe preparar una propuesta técnica general, que contemple cada uno de estos conflictos de límites, la que de ser necesario debe someterse a una consulta popular, para evitar que el asunto vuelva a entramparse en la Asamblea Nacional, al calor de patrioterismos provinciales. Y esa propuesta debe contemplar la historia y la geografía de cada provincia, pero sobre todo los intereses de la población local y la lógica administrativa.
Paralelamente, el país debe emprender una sostenida campaña contra el encono localista y regionalista que es, en el fondo, manifestación de un aldeanismo enfermizo, que nos divide internamente e impide nuestro progreso común y nuestra apertura al universo contemporáneo.
Mientras el mundo tiende a la formación de grandes bloques regionales, capaces de enfrentar los retos de la globalización, no puede ser que caciques locales sigan encendiendo hogueras en su aldeas, para amenazar al pueblo vecino. La unidad nacional es un objetivo superior, que está por encima de esa visión aldeana del mundo. Y quien atente contra esa unidad debe ser sancionado.