martes 06 de abril de 2010, 19:31h
¿Ha terminado en realidad la Guerra Fría en América Latina? En muchos de los países sudamericanos, y sobre todo para sus Gobiernos, pareciera que no. El caso más emblemático es el de Venezuela. No se trata solo de una retórica acusatoria, a veces folclórica, contra los Estados Unidos y su imperialismo, sino también la ambición de meter a Rusia -a la que se sigue considerando como si fuese la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas- como aliada, en papel de potencia contrapeso, ante las amenazas siempre permanentes de Washington.
De acuerdo a la lógica de la globalización y del libre mercado, no de la extinta del "realismo socialista" -Moscú no pierde oportunidad de hacer negocios en todos los países, incluso en aquellos lugares que antes le estaban vedados-. No es pues que se trate de una alianza Caracas-Moscú, al estilo de la existente entre los países suscritos al famoso "Pacto de Varsovia", sino de una oportunidad de expansión y diversificación de clientes y de productos. El problema no son las armas rusas. El problema es para qué se las quiere.
Quien ha cambiado drásticamente es los Estados Unidos o, por lo menos, su política exterior hacia América Latina. Nada que ver con los años cincuenta del siglo pasado cuando el Departamento de Estado "ayudó" al derrocamiento del presidente guatemalteco Jacobo Arbenz Guzmán. Nada tampoco con la conspiración contra el presidente Allende a finales de los años sesenta y comienzos de los setenta. Y, para cerrar la lista, ninguna relación con la declaratoria de que "El Salvador era la última frontera de la democracia" en América Central, pronunciada en el Gobierno del presidente Reagan para justificar el apoyo al Gobierno civil-militar de ese país en su lucha armada contra el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional en la década de los setenta. En esa época, la base de Palmerola en Honduras era una señal clara de los límites para los grupos guerrilleros de izquierda en Centro América. Nada que ver con el papel jugado en la Honduras de Manuel Zelaya el año pasado, en donde se les puede reprochar todo menos su adiós al pasado imperial.
La posición de Washington hacia América Latina es considerada actualmente inexistente por muchos. Las grandes y explosivas prioridades del Oriente Medio tendrían la explicación. La conciencia de la "multipolaridad" debiera ser más bien la causa. Aquí, el presidente Obama tiene una amplia agenda. Porque no es cierto que los EEUU hayan desempeñado en América Latina solo una función de gendarme, como se solía decir en los años en que no podíamos entender el mundo sino como dividido entre buenos y malos. La Alianza para el Progreso, las políticas educativas y culturales fueron temas centrales que están esperando su reanudación.
El apoyo a la democracia, a la libertad de prensa están pendientes en un mundo signado por el terrorismo y el narcotráfico. El reconocimiento al inmigrante, la versión del "american way of life" simbolizado en el Presidente Obama es el referente para evaluarnos a nosotros mismos sin echar la culpa a otros de nuestros fracasos.
alandazu@hoy.com.ec