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¿Dónde nos quieren llevar?

¿Dónde nos quieren llevar?

domingo 25 de abril de 2010, 12:55h

“Una nación es una masa humana organizada, estructurada por una minoría de individuos selectos”, decía hace décadas Ortega y Gasset en su “España invertebrada”. En ese mismo libro, se refería al imperio de las masas y a una cierta enfermedad social “¿Y en qué consiste esa enfermedad?”, se preguntaba el filósofo. “Se oye hablar a menudo de la ‘inmoralidad pública’, y se entiende por ella la falta de justicia en los tribunales, la simonía en el empleo, el latrocinio en los negocios que dependen del poder público”. La calidad de la justicia siempre es un termómetro de la calidad democrática de una sociedad. Tal vez hemos pasado del imperio de las masas a la movilización interesada de las mismas no por esos “individuos selectos” de lo que hablaba Ortega sino por intereses partidistas o sectarios. Lo importante no es que algo sea verdad, sino que parezca verosímil. El objetivo no es la justicia sino la derrota del contrario.

Alguien ha calificado el espectáculo de “circo judicial”. La incapacidad de unos –el Tribunal Constitucional, por ejemplo-, la descalificación política del Tribunal Supremo y del propio Consejo General del Poder Judicial o la politización permanente de la Justicia están siendo un lastre para la legitimidad democrática del sistema. Es razonable que los antisistema intenten poner dinamita en los pilares que lo sustentan. Que lo hagan los sindicatos, los partidos políticos, las asociaciones de jueces, los responsables de las Administraciones públicas y hasta los medios de comunicación, es un disparate contra natura en la calle, en los mítines y en los despachos públicos y un desafío al sentido común.

Unos y otros están caminando hacia los límites y los márgenes del sistema democrático. ¿Podrá tener Garzón un juicio justo, una vez que ha sido condenado y absuelto, en las manifestaciones, en los mítines en los despachos oficiales, sin necesidad de argumentos y razones jurídicas, incluso haciendo ostentación desvergonzada de lo contrario? ¿Cómo es posible que “los selectos” que mueven a las masas practiquen un ejercicio de irresponsabilidad política que sólo puede hacer daño a uno de los pilares fundamentales del Estado de Derecho como es la Justicia? Es posible que unos pocos quieran dar marcha atrás y revisar los fundamentos del sistema democrático que voluntaria y mayoritariamente nos dimos los españoles en 1976, después de décadas de enfrentamientos, de guerras, de odio y de centenares de miles muertos. ¿Lo revisamos todo? Sería un fatal camino donde, no obstante, algunos están husmeando interesadamente sus posibilidades. 

Somos más ricos, más libres, más desarrollados, mejor educados, más democráticos que hace décadas. ¿De dónde nace la incapacidad de los políticos para el acuerdo, el pacto, la construcción del futuro, el consenso y dónde nos lleva este clima creado artificial y falazmente donde lo que importa no es la razón sino la fuerza, donde la verdad se subordina a los intereses particulares? Los agujeros negros en el tejido democrático son fáciles de abrir, pero muy difíciles de cerrar.   


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