La goleada de votos a favor del nuevo presidente del Barça y contra el delfín de Laporta lo evidencia. El Barça es catalanidad, incluso catalanismo, pero no es soberanismo separatista.
Y el futuro político de Laporta, probablemente ha quedado seriamente quemado en estas elecciones que han tenido la mayor participación de la historia del club y el más rotundo triunfo del ganador, Sandro Rosell.
Algunos gestos del hasta ahora presidente no solo han sido más que discutibles, sino claramente contrarios al espíritu del gran club barcelonista. Además, Laporta ha abusado de su cargo y del barcelonismo poniéndolos al servicio de sus ambiciones personales y políticas.
El gran prestigio del mejor Barça de la historia, gracias a la inteligencia y calidad deportiva y humana de Pep Guardiola, se ha intentado ponerlo al servicio de una idea política radical que dividía al club y lo alejaba de tantísimos miles de socios, seguidores y simpatizantes en todo el mundo.
Así, se traicionaba la esencia misma, abierta y aglutinadora, del barcelonismo. Un club mayoritariamente representativo de la catalanidad, en todas sus facetas, y del cosmopolitismo. Estos históricos resultados, por la alta participación democrática, no solamente ha sido una victoria clara de Sandro Rosell, con todos sus defectos y cualidades, sino también un gran castigo para Joan Laporta.
Ni el nombramiento, caprichoso y de forma nada democrática, de Cruyff como “presidente de honor” del Barça, ni la prolongación, por sorpresa y siendo ya presidente en funciones, de los derechos televisivos a Mediapro, ni la puesta a disposición del estadio del Barça para una anunciada consulta soberanista en el año 2011, son actuaciones ejemplares. Más bien, autoritarias y sectarias.
Es de desear que, junto a nuevos grandes éxitos deportivos bajo la batuta de Guardiola, el Barça siga fiel a su espíritu de club catalán y universal, de “seny” apasionado y de orgullo aglutinador de ilusiones y de masas.
Y a Pep Guardiola, ya es hora que se le otorgue la Creu de Sant Jordi.
Si (
No(
