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Mejor olvidemos el futbol

miércoles 16 de junio de 2010, 04:47h

La voz de una señorita del aeropuerto de Johannesburgo nos indicará en unos minutos que es hora de partir. ¡Qué locura! Subiremos al avión y viajaremos diez horas a Santiago de Chile. Bajaremos, nos treparemos de nuevo y muchas horas después aterrizaremos en la Ciudad de México.

¿Ha valido la pena pasar dos días en el aire para ir y venir de Sudáfrica? Sin duda. Y olvidemos el futbol. Para los sudafricanos, y creo que los africanos en general, el Mundial parece una suerte de invención de la imprenta. Hay un espíritu renacentista aquí. Eso lo paga todo.

Saben que por unos días tendrán al mundo a sus pies para mostrar de qué están hechos. Y el mundo les prestará atención. Mandela habría adorado este abrazo de la nación del arcoiris con la civilización universal.

Hace apenas 20 años, Sudáfrica vivía en las fauces del apartheid y era borrado de los certámenes internacionales por ello. Ahora, dice la nota principal del local The Sunday Independent, “el mundo y nosotros sabemos cuál es el verdadero valor de nuestro gobierno y nuestro pueblo”.

No importa que no acabaran las obras y la infraestructura sea más bien lamentable. Lo esencial es que llegaron. Veo en las miradas y los brazos que nos saludan desde los puentes y las calles, las sonrisas orgullosas y agradecidas que recuerdo de niño en las Olimpiadas de 1968. Lo extraordinario.

Ryzard Kapuscinsky escribió que un africano podía anunciar que arribaría el martes y aparecerse el domingo. Y no había problema, porque en esa África pobre, llegar era llegar a tiempo. Sudáfrica llegó a un renacimiento en 2010. Ojalá no lo dilapide, como nosotros.

Qué suerte haber pasado por aquí. De nuestra selección, que se encargue la sección de deportes.

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Opinión extraída del Periódico Milenio 15/06/10

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