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Una huelga particular

Una huelga particular

lunes 21 de junio de 2010, 17:10h
Ahora andan los sindicatos denominados “principales” con la preparación de una huelga anunciada –a tres meses vista, como las letras de cambio- a la que califican de huelga general. La huelga general era la “última ratio” de las subversiones que pretendían paralizar al Estado en otras épocas. Era un recurso para facilitar el golpe de Estado revolucionario cuando la interrupción de las comunicaciones ferroviarias y la telegrafía alámbrica sin plazo definido inutilizaba los instrumentos operativos del poder ejecutivo. Eran otros tiempos que solo se les ocurre rememorar a unos sindicatos anticuados que amagan sin dar en el clavo. Porque, en nuestros días, ni las huelgas generales son del todo generales ni los medios de cualquier gobierno dependen de cerrar unas cocheras o cortar unos cables.  Un paro breve y parcial de algunos centros de trabajo ni es lo que era la temible huelga general de antaño ni origina más que algunas molestias a algunos ciudadanos y algunas pérdidas a algunas empresas. Es decir, lo menos deseable en tiempo de crisis. 

Los anunciantes de la famosa huelga general se han apresurado a decir que no va contra nadie sino contra el “tijeretazo”. Como si los decretos no tuvieran padre ni madre. Pero está claro que no quieren decir que van contra Zapatero, faltaría más, porque sería cooperar con la derecha, ni contra las autoridades europeas que presionan a Zapatero, porque sería marginarse de las instituciones de donde se esperan soluciones o, en el peor de los casos, rescate. La huelga será contra un decreto de recortes al parecer nacido de la nada y por generación espontánea. Es, efectivamente, un contra-nadie y, por tanto, algo que no vale para nada más que para disimular la patente inutilidad de los sindicatos convocantes. 

    España, en estos tiempos, lo que menos necesita son huelgas que más favorecen al suicidio económico que a solucionar los problemas. Han elegido un día en que otros colectivos europeos parecidos ensayaran otras protestas. Una bonita coartada para no definirse ante nuestros problemas interiores y disimular las tendencias antieuropeas. Sin embargo, algún sindicalista y otros personajes de la misma cuerda ya piden un cambio importante de gobierno, que no de gobernante. El cambio propuesto es el eco de unas campanas en que, al parecer, estos sindicatos quieren también repicar. Otra distracción cuando se pretende que el gobernante exclusivo siga siendo el mismo y el cambio de factores no altere el producto. Si la huelga es contra nadie y solo a favor de que recambien algunos ministras y ministros quemados para que sobreviva un presidente achicharrado estamos solo ante una simple maniobra de supervivencia. Una huelga muy particular para reanimar a unos sindicatos también quemados con una pantomima grotesca.
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