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Juicio crítico y reconstrucción de las izquierdas en América Latina

Juicio crítico y reconstrucción de las izquierdas en América Latina

miércoles 23 de junio de 2010, 05:43h
El resurgimiento de las fuerzas políticas de izquierda en América Latina tiene un camino abonado e importante para la segunda década del siglo XXI, sobre todo luego del fracaso de los partidos con posiciones neoliberales y social-democráticas, que no lograron superar los problemas estructurales de la economía de mercado, ni tampoco contribuir a erradicar la corrupción o el abuso de autoridad en los sistemas democráticos. Sin embargo, es determinante que las nuevas izquierdas realicen un juicio crítico respecto a los fracasos que tuvieron las posiciones revolucionarias del siglo pasado. Por ejemplo, aquello que identificaba al hombre de izquierda, muchas veces no era la teoría, sino su capacidad para convertir cualquier teoría en un sentimiento donde toda contradicción desaparecía, y donde un solo movimiento político buscaba concentrar un único poder.

Tratar de conformar movimientos revolucionarios absolutistas y dogmáticos para la toma del poder, dio paso a la destrucción irreversible de la Unión Soviética; por lo tanto, las nuevas izquierdas en América Latina deberían contrarrestar cualquier tendencia a negar el surgimiento de contradicciones en la lucha política.

Toda contradicción siempre permanecerá y, por lo tanto, es mejor mantener una visión pluralista para interpretar la realidad, de tal manera que la construcción de movimientos revolucionarios pueda asentarse en el difícil arte de respetar la heterogeneidad y el desarrollo de múltiples liderazgos que compartan valores éticos, junto con el ejercicio de una vocación por el poder para proteger a las minorías derrotadas en las elecciones. Al mismo tiempo, esto fortalecería el impulso de proyectos hegemónicos por medio del estímulo de consensos en pro del entendimiento y acciones de comunicación, con el propósito de generar compromisos de cambio desde la voluntad subjetiva y racional de los ciudadanos o los sujetos sociales.

En el pasado de la izquierda, para Carl Marx y Friedrich Engels, el socialismo constituía una consecuencia del desarrollo industrial capitalista; empero, fue escandaloso y falto de crítica que muchos marxistas aprobasen, sin el sano beneficio de la duda, la farsa de varios gobiernos de Asia y África, empeñados en convertir al socialismo únicamente en un método de desarrollo industrial y económico, carente de utopías de transformación genuina desde la subjetividad. Los socialismos de los países subdesarrollados fueron, desde el punto de vista teórico, un contrasentido y, desde el perfil político y económico, un desastre muy claro. Muchas veces, algunos dictadores de izquierda, no dejaron sino ruinas, desprestigiando a la izquierda revolucionaria.

Esto tiene que haber sido aprendido de manera radical por las izquierdas de hoy, de tal manera que se haga fundamental separar la gestión económica del mercado, donde debe encararse seriamente a la globalización con eficiencia y astucia, y los nuevos valores de una izquierda pluralista, democrática y más humana, específicamente para erradicar la pobreza en América Latina. Las nuevas izquierdas tienen el desafío de construir una teoría política y un conjunto de propuestas sobre los alcances y el significado de cómo romper con la desigualdad.

Los contenidos ideológicos, culturales, políticos, económicos y democráticos del nuevo socialismo, deben clarificarse con la reconstrucción de una teoría alternativa. Nada fue tan impactante en el mundo, después de la caída del Muro de Berlín en 1989, como observar la derrota vergonzosa del comunismo que salía fuera de la historia. A pesar de esto y el fin de la Guerra Fría, los extremismos del mercado que reproducen constantemente la pobreza y el retorno del desprecio por las diferencias en varias guerras inter-étnicas o la actual Guerra Global contra el Terrorismo, la humanidad necesita de alternativas políticas de izquierda y el debate sobre la búsqueda de un mundo mejor.

En un comienzo, la izquierda tenía credenciales victoriosas como la lucha en contra de las injusticias sociales y la persecución del bien común para las grandes mayorías, sobre todo obreras y pobres. Asimismo, siempre por principio, se identificaba a la derecha con el mal porque no se interesaba en la virtud, preocupándose más bien por el bienestar individualista. Aquí aparece una paradoja que debe ser resuelta por las izquierdas latinoamericanas: como las posiciones de derecha no reclaman “ninguna moralidad”, entonces cuando fracasan no se exponen tampoco a ningún fracaso moral. Por el contrario, quien se apropia de la moralidad, si falla, entonces perece también de inmoralidad.

Las izquierdas de nuestro tiempo tienen que volver a ser moralmente genuina entre sus creyentes y activistas de base, criticando férreamente la inmoralidad hipócrita de sus vértices dirigentes cuestionando, sobre todo, a las “izquierdas de mercado” que pactan en cualquier momento para mantenerse en el poder y beneficiar a los grandes capitales privados. Si el poder corrompe un poco a todos, corrompe más a la izquierda en el poder y, por lo tanto, las izquierdas jóvenes de hoy día están en la obligación de establecer nuevas corazas para no convertirse en sepulcros blanqueados y ajusticiar a quienes hacen un uso instrumental de los valores revolucionarios, sólo por quedar bien ante los medios de comunicación, o durante procesos electorales de campañas millonarias.

En el siglo XXI, las izquierdas latinoamericanas tienen que reconocer una vez más que el comunismo se hundió y su derrota política correspondió, en gran parte, a la izquierda. Sería inútil no llamar a las cosas por su nombre; empero, la emancipación del hombre que Marx soñó para un futuro comunista, no puede ser reducida a una caricatura teórica, sino todo lo contrario, convertirse en un aliciente pluralista para replantear un socialismo significativo, atractivo para los jóvenes y los niños de ahora.

Los valores de la izquierda exigen una nueva lucha política de carácter doctrinario para contraponer “opciones de vida democrática”, frente a la unanimidad de las desigualdades torturadas por los efectos más nocivos de la globalización. Las izquierdas podrían cumplir sus sueños, desmintiendo críticamente los errores del pasado y del presente, insuficientemente democrático y económicamente perverso.

¿Qué podría re-identificar a las posiciones izquierda en la actualidad? Podría ser el establecimiento de dos tareas primordiales: primero, recomponer el sistema de principios y valores que guíen su accionar público en el futuro; en segundo lugar, demostrar en los hechos su voluntad y capacidad de actualizar sus interpretaciones frente a los profundos cambios que tienen lugar en América Latina y en el mundo, lo que es algo muy distinto de la recitación aburrida de viejos o nuevos dogmas.

Se trata de discutir normas de conducta, por un lado, y de una nueva estructura de ideas y propuestas, por otro. Esto también implica la convocatoria a un despliegue de argumentos intelectuales con fines políticos, y no una invitación al alineamiento maniqueo respecto de las actuales disputas en que se enfrascaron los conflictos entre oficialismo y la oposición en Venezuela, Cuba, Nicaragua y Bolivia.

¿Tienen futuro las izquierdas o el futuro ya no tiene izquierda? Hay que analizar el tema con la profundidad y amplitud necesaria, especialmente pensando en cuáles son las necesidades de renovación que deben asumir sinceramente las izquierdas, así como los espacios a dónde aspirar en el escenario político, sin emborracharse por la toma del poder. Este paso, finalmente, es sólo un escenario entre muchos otros posibles para imaginar profundas transformaciones.

Franco Gamboa Rocabado, sociólogo político, miembro de Yale World Fellows Program, [email protected]
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