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Palabras que hieren

Palabras que hieren

miércoles 23 de junio de 2010, 13:43h
   El decreto de la reforma laboral que acaba de convalidar el Congreso no convence ni a los socialistas, sino de qué iba a haber aceptado Zapatero, con lo encantado de haberse conocido que está, tramitarlo como proyecto de ley. Los decretos van al BOE y entran en vigor tal cual salen del Consejo de Ministros, los proyectos de ley por el contrario sí se pueden tocar y retocar, se supone que para mejorarlos. Si Zapatero se creyese su propia propaganda -eso que dice la memoria económica que acompaña al decreto de que esta reforma va a crear 2,4 millones de empleos fijos en dos años- para qué perder un minuto más con el retraso que llevamos, al BOE y listo. ¡Con un canto en los dientes nos daríamos todos con que la mitad de la mitad de ese pronóstico fuera verdad! Pero es sólo papel para envolver mentiras.

   En la reforma laboral de Zapatero lo único de verdad identificable y reconocible es que se abarata el despido, justamente lo que el propio presidente del Gobierno en persona lleva desde las elecciones (y antes, desde la campaña electoral) perjurando por activa y por pasiva que no haría nunca jamás. Repasen si no lo que llevan dicho sobre el tal decreto Salgado, Corbacho, Blanco, hasta Rubalcaba, Pajín incluso, y por supuesto Zapatero; repasen donde han situado la carga de la prueba los responsables del invento y traten de ponerse por un momento en la piel de uno de los 4,6 millones de parados de nuestro país. Imaginen como les debe estar sonando a los que suspiran por un empleo casi 'como sea' (o sin el casi) que los responsables directos de insuflar ánimo y credibilidad a la economía para que vuelva a tirar del mercado laboral, solo hablen de cómo abaratar más y más el despido.

   En vez de cómo incentivar la contratación, si se abarata tanto o cuanto echar a la gente a la calle, si de 45 días se pasa a 33 menos ocho que en vez del empresario paga el Estado, o sea, nosotros otra vez, con nuestros impuestos, los parados también, que si decide un árbitro o decide el juez... Este es el discurso. Y la oposición, vale, esperando el santo advenimiento, pero no nos distraigamos que a quien hay que pedir -y está obligado a rendir- cuentas es al Gobierno. Imaginen por un momento el estado de ánimo de los parados ante semejante inyección de moral del Gobierno, de una madre, de un padre, de los chavales mejor preparados pero varados en casa de la historia de España. Es muy posible que muchos de ustedes no tengan que imaginar qué se siente, por desgracia, igual lo sufren en sus propias carnes, tal vez lo saben por experiencia.


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