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Las cuentas del caudillo

Las cuentas del caudillo

jueves 02 de septiembre de 2010, 17:57h
2 736 ducados y 9 reales, en frailes, monjas y pobres para que rogasen a Dios por la prosperidad de las armas del rey.

100 000 millones en picos, palas y azadones.

10 000 ducados en pólvora y balas.

10 000 ducados en guantes perfumados para preservar  a las tropas del mal olor de los cadáveres de los enemigos tendidos en el campo de batalla.

17 000 ducados en poner y renovar campanas, destruidas con el uso continuo de repicar todos los días por nuevas victorias sobre el enemigo.

50 000 ducados en aguardiente para las tropas, en días de combate.

Millón y medio de ducados para mantener prisioneros y heridos.

Un millón para misas de gracia y Te Deums al Todopoderoso.

Tres millones de ducados en sufragios por los muertos.

7 494 ducados en espías y escuchas.

Y 100 millones por mi paciencia en escuchar ayer que el rey pedía cuentas a quien le regaló un Reino.

Las líneas anteriores provienen de una curiosa –delirante, incluso- relación de gastos atribuida a Gonzalo Fernández de Córdoba, genio militar, idolatrado por sus soldados y admirado por todos. A decir de Margarita Candón y Elena Bonnet, de quienes obtuve la referencia, “probablemente tuvo en su popularidad su mayor enemigo”.

De esta rendición de cuentas deriva, probablemente, la expresión “las cuentas del Gran Capitán”, que se aplica “a cuantas arbitrariedades económicas se cometen, pretendiendo ser justas, o sin ser lo suficientemente justificadas”.
Pues ya se percibe a dónde quiero llegar, ¿no?.

¿Con qué historias nos va a salir nuestro actual mandatario cuando el Soberano, expresado en un Poder Legislativo independiente, le interpele en un inexorable Juicio de Responsabilidades?

Lo más visible es, indudablemente, la adquisición de un avión de 39 millones de dólares hecha sin la imprescindible licitación, ni teniendo en cuenta que su valor contable es ostensiblemente inferior (depreciación) dado que a tal efecto es un artículo de “segunda mano” dado que fue encargado por un club de fútbol. ¿Qué justificativo racional podrá alegar, a no ser que opte por la cháchara del Capitán de marras?

Pero, además, están los dispendiosos recursos empleados en organizar partidos de fútbol para la gloria del caudillo, ceremonias có(s)micas ofrecidas en su honor,  sustento a “movimientos sociales” para el amedrentamiento de la ciudadanía, financiamiento para la judicialización de la política, costeo para una Constituyente fallida, fábricas sin ton ni son… en fin, las cuentas del caudillo.
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