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Catalunya en caída libre

Catalunya en caída libre

domingo 05 de septiembre de 2010, 23:26h
El 14 de Agosto en portada la Vanguardia decía:”La Deuda de la Generalitat no halla comprador en los mercados internacionales”. Luego la Generalitat estaba en quiebra técnica. En tanto España crecía 5 veces menos que la zona Euro el -0.2. Alemania liderando con un crecimiento del 2.2.

Naturalmente que Catalunya depende del conjunto nacional, pero lo que no es comprensible es que, en los últimos 20 años, Madrid haya crecido 5 veces más rápido que toda Catalunya y además sea la que más pague al conjunto de necesidades nacionales, en torno a los 1.500€ por habitante y año, y Catalunya que pagaba menos de los 500€ ,haya montado el lio que ha montado con el Estatut y la balanza fiscal, promovida por Ómnium Cultural, lo que le ha llevado a decidir por su cuenta, no seguir contribuyendo ,pues lo consideraba injusto, cuando no existen balanzas fiscales territoriales, sino que son las personas y los entes jurídicos quienes pagan impuestos al Estado.

Estas divergencias, motivadas por el despropósito de las Autonomías, secundada por los entes locales y ahora por las comarcas o veguerías, aceleran el gasto de las administraciones públicas, aumentando el número de funcionarios (más de un millón en los últimos diez años) y de entes locales, en torno a los 8.500 en crecimiento expansivo, frente a los pocos centenares de U.K o de Alemania.

Centrándonos en el análisis del tema propuesto, el catalanismo como causa del declive de Catalunya, aporto la opinión de Juan José López Burniol, en un artículo del 4 de Septiembre en La Vanguardia,  titulado el problema español, cuando debería  llamarse el problema catalán , sobre el viejo problema catalán de la España de principios del S.XX diciendo:

 “La fórmula ideada por la transición para encauzarlo fue incluir en el pacto constitucional originario el diseño básico del Estado de las autonomías, que puso en marcha un proceso de progresiva redistribución del poder político, concorde con el reconocimiento de la plurinacionalidad del Estado y respetuoso con la solidaridad interterritorial. Esta fórmula, como toda transacción, se reveló fecunda y ha hecho posible, durante un cuarto de siglo, una etapa de prosperidad. Pero, llegado el momento de desarrollar aquel diseño básico, se inició el jaleo. Unos se enrocaron en una defensa numantina de la intangibilidad constitucional, invocando el nombre de España para preservar su posición de privilegio; otros precipitaron la reforma estatutaria, sin percibir que no se puede excluir a media España de una reforma que, por incidir en el pacto constitucional originario, requiere el concurso de todas las fuerzas que alumbraron aquel.

El fracaso de la política puso en manos del Tribunal Constitucional la solución de un problema –la constitucionalidad del Estatut– que jamás debió llegar a él. Una injustificable demora agravó la situación y, al conocerse la sentencia, quedó claro que esta no resolvía nada. Al contrario, vistas las reacciones, es evidente que se ha desvanecido el consenso básico de la transición y se ha erosionado el pacto constitucional. A partir de ahora, la dinámica política de fondo ya no se regirá en España por normas jurídicas ni se encauzará a través de instituciones, sino que quedará al albur de la relación de las fuerzas en presencia.

Conviene insistir en las hondas raíces de este desencuentro:

1. El debate España-Catalunya es tramposo por ambas partes. La mayoría de los españoles no aceptan que el Estado de las autonomías es el embrión de un Estado federal que hay que desarrollar hasta consolidarlo, sino que lo perciben como un recurso con el que ahormar las aspiraciones de autogobierno catalanas; de ahí la inercia centralizadora de la Administración, la erosión de competencias por la vía de la legislación básica y de la jurisprudencia del Tribunal Constitucional, etcétera. Pero también es cierto que la mayoría de los nacionalistas catalanes reservan sus cartas, porque, más allá de su viejo propósito de refaccionar el Estado, ha latido siempre una soterrada aspiración a la independencia.

2. No hay federalistas ni en España ni en Catalunya. Es habitual oír en Catalunya que resulta imposible la consolidación de un Estado federal por la falta de federalistas españoles. Cierto; pero tampoco hay muchos federalistas en Catalunya, ya que lo que busca la mayoría de los sedicentes federalistas catalanes es una relación bilateral Catalunya- España, bajo la que se esconde una implícita aspiración confederal.

3. Existe una recíproca negación de base. Muchos españoles no aceptan que Catalunya sea una nación, es decir, una comunidad con conciencia de poseer una personalidad histórica diferenciada y voluntad de proyectarla al futuro mediante su autogobierno; y, a la recíproca, muchos catalanes niegan a España como nación, reduciéndola a la condición jurídica de Estado –Estado español–, cuando lo cierto es que se trata de una nación mucho más fuerte que el Estado que la articula. De lo que se desprende que el conflicto histórico entre España y Catalunya es el choque frontal de dos naciones: una que no ha tenido fuerza para absorber a la otra, y otra que no ha tenido fuerza para desligarse de aquella.

Así las cosas, hoy existe una ruptura sentimental entre Catalunya y el resto de España, manifiesta en la falta de un proyecto compartido y en la ausencia de aquella affectio societatis sin la que toda comunidad resulta imposible. En la actualidad, muchos catalanes se consideran agraviados y muchos españoles se sienten hastiados. Agravio y hastío son malos cimientos sobre los que asentar nada. Hará falta enfriar los ánimos de unos y otros, si se quiere buscar una salida que, sin excluir nada, reconduzca los deseos a las realidades. Y será preciso hacerlo sin una mala palabra sin un mal gesto y sin una mala actitud.”

Buen análisis, pero la mejor solución hubiera sido un Federalismo Asimétrico, lo siento, Juan José, pero sí que hay federalistas en España, como el que proponía mí Partido Liberal en 1976-77, lo que quería decir: España por un lado, con dos socios confederales ;Catalunya y Euzkadi, como mucho tres, con Galicia, quienes pagaban al colectivo de acuerdo con los pactos y recibían también de acuerdo con ellos,es decir éramos socios y no chupópteros parásitos permanentes los periféricos.

 Ahora no hay vuelta atrás y la política del tira y afloja ha sido beneficiosa para estos territorios , que se han lucrado, con el común mercado y con  los presupuestos generales del Estado, intentando dar a cambio lo menos posible, a la vez que no hecho sino crear problemas linguisticos,independentistas y en el caso de Euzkadi,terroristas.

En Catalunya el” botiguer” Jordi Pujol les vendía la burra a sus súbditos, haciéndoles creer que esa política les favorecía, cuando la realidad es, que centrados en mirarse el ombligo, se olvidaban los catalanes del esfuerzo económico y empresarial de I+D+i que debía de hacerse, para progresar, pasando a depender de los subsidios del Estado o transferencias o como quiera llamarse, política que ha seguido fielmente el bachiller Montilla y el Tripartit que han hecho buena a Convergencia y Unión, hasta el punto de conseguir 60-61 diputados en las encuestas de hoy mismo + 7.4%, lo que a Artur Mas le es insuficiente ,necesitando un acuerdo con el PP (15 diputados ) para poder gobernar.

Es más en un alarde de locura residual, Montilla para ser más catalán que nadie, se trae a Corbacho, el peor Ministro de Trabajo de la historia de España ,lo que ya es desvarío, y propone, nada menos, que un examen de catalán para los profesores de Universidad, lo que ha sido contestado por el catalanista liberal Xavier Salas y Martí, economista de prestigio en los USA,  en un artículo, también en la Vanguardia, por cierto un magnifico periódico, si se compara con otros panfletos nacionales, con  las siguientes consideraciones:

“Se han preguntado por qué casi todo  el mundo siente simpatía por la causa tibetana y antipatía por la israelí? ¿O por qué la gente se preocupa de la posible extinción de ballenas u osos polares y no le preocupa lo más mínimo la situación de cocobacilos, escarabajos o mantis religiosas? Y es que en el mundo hay dos tipos de causas: las simpáticas y las antipáticas. No sé exactamente qué determina que una causa caiga bien y otra no. Lo que sí sé es que las simpáticas reciben el apoyo económico, político, intelectual, propagandístico y moral de casi todo el mundo. Las antipáticas no reciben el apoyo de casi nadie.

El miedo a que estas sean sus últimas semanas de vida hace que el tripartito catalán se esté apresurando a aprobar todo tipo de leyes que dejen constancia de que por la Generalitat ha pasado un “Govern catalanista i d´esquerres”. Entre las últimas ocurrencias está un decreto ley que, según el conseller de Innovació, Universitats i Empresa, Josep Huguet, obligará a “acreditar el nivel C de catalán a los nuevos profesores o a los que quieran promocionar a nuevas plazas”.

Vaya por delante que yo llevo 17 años enseñando medio trimestre al año en la UPF de Barcelona, que siempre he dado las clases de grado en catalán, que amo a Catalunya, y que pienso que mi lengua está en situación de precariedad porque la inmigración que ha llegado desde España y América Latina en los últimos 50 años ha hecho que una gran parte de la población se niegue a hablar en catalán. Dicho esto, pienso que si la Generalitat finalmente aprueba ese decreto ley, cometerá un error estratégico que perjudicará a Catalunya y a su universidad.

Hay al menos tres razones que me llevan a pensar eso. La primera está relacionada con la filosofía general de los políticos de izquierda: convencidos ellos de que saben mejor que los ciudadanos lo que nos conviene y lo que no, se dedican a regular todas nuestras actividades, desde lo que comemos hasta la velocidad a la que circulamos, pasando por lo que reciclamos o la lengua que hablamos. ¿Qué pasa cuando uno no hace lo que se le dicta?

Pues se le castiga, se le multa, se le sanciona o, en el caso de los profesores, supongo que se les impedirá ejercer la docencia. Es como si quisieran convertir al país en un gulag sin libertad donde el gran hermano decide lo que debemos hacer. No me gusta.

Segundo, parece que el conseller de Universitats no entiende el papel de la universidad en la sociedad: la universidad no es el sitio donde se aprende la lengua. Eso se hace en los colegios de primaria y secundaria. Que conste que pienso que todos los ciudadanos deben aprender la lengua del país en el que viven. El conocimiento de la lengua facilita la integración de los foráneos y evita que los guetos se perpetúen de generación en generación. Por eso es bueno que se enseñe en inglés en Inglaterra, en francés en Francia, en sueco en Suecia y en catalán en Catalunya. Ese aspecto de la educación ha sido muy beneficioso para la convivencia en Catalunya.
El problema es que la universidad no es donde se enseña a hablar, leer y escribir. Es donde se hace y donde se enseña la ciencia. En una sociedad moderna que debe aspirar a ser líder en biomedicina, telecomunicaciones, economía, administración de empresas o informática tiene que haber universidades de primera división. Para ello, uno debe aspirar a tener a los mejores investigadores y profesores, del mismo modo que para aspirar a tener un gran equipo de fútbol, uno debe aspirar a tener los mejores jugadores.

Y si esos investigadores, profesores o jugadores de fútbol son catalanes, muy bien. Pero si son argentinos, brasileños, norteamericanos o de Fuentealbilla, también deben ser invitados a venir. Imponer exámenes de catalán a los profesores de la universidad, cuando la lengua universal de la ciencia es el inglés, es una barrera tan absurda como lo sería obligar a cualquier jugador del Barça a hacer un examen de química orgánica.
La tercera razón es que obligar a examinarse de catalán da una imagen de intransigencia y provincianismo. Lo que nos devuelve al fenómeno de las causas simpáticas y antipáticas. La opinión pública mundial va a dar apoyo a la causa catalana (y necesitamos ese apoyo) si y sólo si esta causa cae bien. Y el no contratar a profesores de prestigio porque no hablan catalán es un error estratégico que no contribuye a crear simpatías. Nuestra lengua debe ser fomentada a través del corazón y no de la imposición. El catalán tiene que ser una lengua de prestigio que todos los ciudadanos quieran hablar voluntariamente y no porque teman un castigo”
No tiene desperdicio y revela que por fin alguien  y por su propio interés, profundamente catalanista, se da cuenta de los errores que se han cometido y que todavía se puede llegar más lejos, según las leyes de Murphy, ya que, todo lo malo, es susceptible de empeorar.

Yo, por el contrario, sí que creo que a Catalunya y a España nos conviene estar juntos, por puro egoísmo, si se quiere, o por patriotismo si de otra manera lo queremos llamar.

Por cierto, han vuelto a amenazar a Albert Rivera, el Presidente de Ciudadanos, el único que tiene claras las cosas, de lo frustrante que puede llegar a ser el catalanismo divergente y más en medio de esta terrible crisis económica que Zapatero y su mal gobierno se empeñan en perpetuar.

*BERNARDO RABASSA ASENJO
Presidente del Club Liberal Español
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