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Gabilondo, 500 días y 500 noches

Gabilondo, 500 días y 500 noches

jueves 16 de septiembre de 2010, 14:00h
En esta jaula de grillos, de intereses y de gritos que es la política, da gusto escuchar a Angel Gabilondo, ministro de Educación, que acaba de cumplir, casi como la canción de Sabina, 500 días y 500 noches en su cargo con algunas alegrías y con no pocos sobresaltos. Intentó el Pacto de Estado por la educación y le dieron con la puerta en las narices porque la política de partido sigue primando sobre la política para los ciudadanos. Pero es un ministro reflexivo, no agrede al contrario, invita a la colaboración, sueña con el acuerdo y tiene convicciones, aunque cuando el presidente dice “por allí”, hay que esconder algunas y aceptar “la política de gobierno”. Pero eso pasa en casi todas partes.

Gabilondo dice, y eso sí es pragmatismo, que “las convicciones, en los presupuestos” y como la educación es “la mejor política social y la mejor política económica”, hace un llamamiento a sus compañeros de Gobierno, de Parlamento y a los que mandan en las comunidades autónomas para que los recortes en el gasto educativo sean pequeños, mínimos. Es bueno decir eso y ojalá le hagan caso, pero me temo que de donde no hay no se puede sacar. De hecho, su todavía compañera de Gobierno, Cristina Garmendia, ya ha anunciado que la investigación va a sufrir un varapalo económico considerable. Gabilondo, al contrario que Garmendia o Corredor, no quiere marcharse del Gobierno, pero tampoco se pronuncia sobre la posibilidad de recuperar las competencias en investigación.

En los desayunos de Europa Press, el ministro dijo cosas muy interesantes: que la educación tiene que estar “en el corazón de la economía” y que no puede ser una moneda de cambio partidista; que la pobreza es el nuevo modo de la esclavitud y que la no-escuela, la miseria y la ignorancia son los mayores problemas del mundo, que sólo se combaten con la educación y la cultura; que hay que hablar bien de los profesores, reconocer su labor y convocarles a esta gran tarea, porque sin su implicación no hay nada que hacer.

Habló de que no sólo se educa en las aulas y del papel de las familias de la Formación Profesional, nuestra apuesta siempre pendiente, y de la Universidad. Dice que no sobran universitarios –con lo que discrepo profundamente-, que a más formación, menos paro y que el retorno de la inversión en educación es muy elevado. Es cierto que nunca sobra formación, pero dedicamos 6.000 euros anuales a cada estudiante y 9.400 a cada universitario. Pero una cosa es invertir y otra gastar. Y mencionó los agujeros negros de la educación: 31, 2 por ciento de fracaso escolar, 40 por ciento de paro juvenil, la tecnología en las aulas, el conocimiento de idiomas… Hay que cuidar el pensamiento y el talento, confiar en el conocimiento. Lo dice un político. O un profesor. Sólo por eso y por no cejar en lo del Pacto de Estado se merece el aplauso.
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