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Montilla se reviste ahora de español

Montilla se reviste ahora de español

lunes 20 de septiembre de 2010, 00:20h
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Durante unos meses yo estaba convencido de que Montilla haría valer su condición de presidente de la Generalitat por encima de la de militante socialista. Fui de los que creyó -y a sí lo escrtibí- que si convenía plantaría cara ante el Gobierno y ante las instituciones del Estado y que ocuparía un lugar en la historia por haber salvado el honor de los catalanes.

Al final ya se vio que toda la escena de querer aparecer como el más catalanista y el mayor defensor de la identidad frente a los peligros de recorte autonómico y de una sentencia del Tribunal Constitucional que se presumía restrictiva formaba parte de una comedia cocinada a medias entre la calle Nicaragua de Barcelona y la calle Ferraz de Madrid, con retoques finales y visto bueno en el complejo de La Moncloa.

El presidente Montilla no quería aparecer ante la opinión pública como el gobernante que se dejaba humillar por los compañeros de Madrid sin aparentar que plantaba cara. Por eso se puso a la cabeza de la manifestación del 10 de julio, una concentración que él no había convocado para en la que se irrogaba la máxima representación. Allí Montilla, bronca incluida, pudo experimentar la soledad de su mandato. Solo, sin verse arropado por unas huestes socialistas que allí estaban de prestado, sin habérseles cursado invitación formal, pulsó el sentimiento de un pueblo vilipendiado, ofendido y cabreado. Algún compañero periodista escribió que Montilla presidió su propio funeral.

La proximidad de las elecciones del 28 de noviembre le han hecho cambiar de táctica. Competir en catalanismo frente a sus socios de tripartito o frente a CiU da risa. Si la aparente defensa numantina de la dignidad de Cataluña quedó hecha trizas con la dichosa sentencia, ¿a qué clavo ardiendo se podía agarrar Montilla si albergaba la más mínima esperanza de remontar en las encuestas y conseguir formar un nuevo tripartito?: el discurso españolista.

Montilla ha encontrado en los peligros que se ciernen sobre la unidad nacional de la patria sacrosanta su nuevo argumento de campaña. Se pasará el día hablando de lo malos que son los de CiU porque en el fondo quieren la independencia. !Nene, apártate, que viene el coco! Por cierto, si ha tenido esta visión apocalíptica tan repentina, ¿a qué espera a echar de su gobierno a Esquerra, que no sólo es independentista en su actual ADN sino que además habla de convocar referéndums?

No es extraño que Rodríguez Zapatero instara este domingo en Gavà a hablar del debate identidario. Es el filón al que se agarrarán los socialistas catalanes -y espero que Blanco y Pajín- para apelar al voto del miedo. Perdido el flanco más catalanista -las deserciones de los últimos días son notables- el PSC (PSC-PSOE) pretende movilizar al electorado más españolista, aquel del Baix Llobregat (donde mitineó ZP), del Barcelonès y del Vallès, que son el granero de votos del PSOE desde los tiempos del andaluz Felipe González. Un voto de clase y no identitario.

"Si quereis seguir veraneando votad a Gundisalvo" decía megáfono en mano en las playas valencianas un Antonio Ferrándiz revestido de candidato electoral en una película de la transisión. Emulando al entrañable actor, a Montilla le ha salido la vena española tornasolada de su repentina euforia catalanista y gritará ahora en el cinturón industrial: "si no quereis que os echen de Cataluña, votadme".

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