Benedicto XVI dijo en Edimburgo una frase altzheimérica contra los ateos: "[...] podemos recordar cómo Gran Bretaña y sus dirigentes se enfrentaron a la tiranía nazi que quería erradicar a Dios de la sociedad y negaba nuestra humanidad común, especialmente a los judíos, considerados no aptos para vivir". ¡Vaya modo de tergiversar la historia! El Vaticano fue un estrecho aliado del nazismo, del fascismo y del franquismo, como lo atestiguan las fotos de obispos brazo en alto. Los nazis nunca habrían alcanzado el poder si Pío XII no hubiese disuelto el Partido Católico y aconsejado a sus militantes a inscribirse en el NSDAP. La cruz gamada salió del abad Hagen, del monasterio de Lambach. El Vaticano firmó concordatos con todos los tiranos. Sacralizó la figura de Hitler con ceremonias religiosas, y la de Franco con el privilegio de entrar en los templos bajo palio como la hostia. Luego amparó a los criminales en su huida. Su Santidad puede consultarlo en los archivos del Vaticano, tal vez con los subrayados de lo que debe callar y hacer olvidar. Los ateos, pobrecitos, se limitan a decir que ese dios mezquino, belicoso, vengativo, censor estúpido que inspira los libros sagrados de los hombres, no existe fuera de la mente humana. El peligro no es la libertad de fe, sino el fanatismo bendecido por los clérigos que asesina en nombre de Cristo o de Alá.
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