No soy adivino, pero la última patochada que se ha sacado el gobierno central sobre el traspaso del Duero a la Junta de Castilla y León, lo tenía más claro que el agua, nunca mejor dicho. Que Madrid no iba a soltar las competencias lo sabía mucho antes de que los de allá y los de acá se pusieran a ejercer el divertido ejercicio de marear la perdiz, y si alguien tiene paciencia, le sugiero que busque algunos de mis artículos para que vea que no miento.
Siempre sostuve que el gobierno del señor Zapatero no tenía la más lejana intención de dejar el agua de los ríos en manos de la Junta, y que estos últimos eran unos pardillos si creían lo contrario. Ahora que la administración central ha dicho que antes de hacerlo habrá que esperar a la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Guadalquivir, los listos de la región parecen darse cuenta de que les han estado vacilando de costado durante los últimos años. Y los anteriores, también. Y si no, que me lo digan a mí, que pasé varios quinquenios inventando argumentos para que el agua no fuera traspasada: que si es un río internacional, que si desemboca en otro país, que si algunos afluentes nacen en otras comunidades autónomas, que si el convenio de Albufeira y sensateces similares con un único fin: decir como que SÍ y hacer como que NO.
Y aunque el argumento del Constitucional no se me había ocurrido, parece bastante sólido: tanto, como la determinación de dejar las cosas como están, entre otras razones porque yo tampoco tengo claro que el gobierno regional vaya a gestionar las aguas superficiales mejor que el gobierno central. Así que terminemos esto con el anuncio de Media Market: yo no soy tonto, y ustedes, colegas de la Junta, no sean gilipollas.
Francisco Cantalapiedra. Periodista.
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