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Aire limpio

Aire limpio

miércoles 22 de diciembre de 2010, 19:12h
   Se acabó el fumar en los lugares públicos. No para salvar a los fumadores de su hábito y convencerles, por la vía legal, de los riesgos sanitarios que corren. No; se hace para proteger a los no fumadores, incluidos los niños, de un humo que daña sus pulmones.

   Se acabó el ir a comer a un restaurante con un bebé en un carrito y que los comensales de la mesa contigua fumen sin parar, durante todo el almuerzo, ignorando la presencia de una criatura de pocos meses a menos de un metro.

   Se acabó que las aceras de las puertas de los colegios se conviertan en enormes ceniceros plagadas de colillas, donde papás incívicos calmaban el estrés esperando la salida de su prole. Si la edad de inicio al tabaquismo es cada día más temprana, el espectáculo de un colillero a la puerta de la escuela no es, sin duda, la mejor imagen para los chavales.

   ¿Con que autoridad moral unos padres prohíben fumar a un adolescente si ellos son incapaces de reprimir el consumo en su presencia?   Se acabó el lamentable espectáculo de las entradas de los hospitales, convertidas en fumaderos y obligando a pacientes crónicos, que acudían a consulta, a taparse la boca con un pañuelo antes de entrar.

   Se acabó la imagen de un parque público donde los niños jugaban con una arena salpicada de colillas y donde los adultos les fumaban encima sin ningún rubor.

   Porque los datos científicos son incuestionables: el tabaco es la primera causa de muerte en España. Cada año se lleva por delante a sesenta y cinco mil personas de las que mil quinientas son fumadores pasivos.

   Aunque solo sea por evitar la muerte de esos mil quinientos españoles, merece la pena que, tras un largísimo año de debates, el Congreso de los Diputados aprobara ayer la nueva Ley Antitabaco. Esta norma aborda con coraje, por primera vez, el tema del consumo de tabaco en lugares públicos; cosa que la legislación anterior no se atrevió a hacer y que se convirtió en un coladero inútil.

   A los fumadores hay que decirles muy claro que los diputados no pretenden hacer pedagogía al sancionar la ley, ni salvarles la vida en contra de su voluntad. Por tanto no valen argumentos como el de que con la norma anterior no bajó el consumo. No hay paternalismo que valga. El adulto que quiera seguir fumando que lo haga. Pero en su casa o en espacios abiertos, y a ser posible sin dañar a los demás.

   Porque de eso se trata, de que el humo del tabaco perjudica seriamente la salud y no tenemos porque aspirarlo todos. La ley, como tantas otras, no hubiera sido necesaria si los fumadores hubieran actuado con un poco más de civismo.

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