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Los niños de las tabernas

viernes 14 de enero de 2011, 12:40h
   Uno de los efectos más llamativos de la entrada en vigor de la ley contra las personas que fuman ha sido el de la masiva irrupción de los niños en las tascas, bien que conducidos, cómo si no, por sus mayores. Así lo manifiesta y acredita la mayoría de los partidarios de la prohibición, que dicen estar encantados de encontrarse, de súbito, con una porción regular de niños y de bebés en los bares que frecuentan. Qué maravilla. Sin embargo, ante semejante panorama de alegre barbarie y gozosa irresponsabilidad, casi está uno por no mencionar la conveniencia, dictada por el sentido común y el respeto a la infancia, de que los niños no acudan a las tabernas, por mucho que en ellas no aspiren hoy el vapor del tabaco, y sí, sólo, el del alcohol y el de las fritangas.

   No tan desoladora como esa política de puertas abiertas de los garitos a los niños auspiciada por el Gobierno, pero bastante también, es la especie de que la oposición y la crítica a la ley es cosa de la derecha. Lo moderno y lo progresista es, según quienes la han echado a rodar, callarse, someterse, obedecer y consentir que a los ciudadanos que tienen el gusto de fumarse un pitillo en la sobremesa (el "menú del día" y su humilde remate, el cafelito y el cigarro con los compañeros, es para millones de trabajadores españoles el único instante muelle y libre de la jornada) se les descabalgue de sus derechos civiles y se les considere exclusivamente "fumadores", como si además de fumar no pensaran, ni sintieran, ni votaran, ni apoquinaran al común, ni existieran. El hecho, parece que innegable, de que la inicua ley aporte munición extra a los debeladores carcas del gobierno, que también es bastante carca por cierto, se utiliza para arrojar un baldón supletorio sobre el disidente de esa fascistada que atiende al nombre de Ley Antitabaco.

   Ahora bien; lo de los niños en las tabernas, hozando entre las cabezas de gambas esparcidas por el suelo y familiarizándose con la peste a vino, aceitazo y cerveza, es, en punto a horror, insuperable.
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