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De Valencia a Sevilla

De Valencia a Sevilla

domingo 23 de enero de 2011, 12:15h

Es verdad que Sevilla fue ,hace más de veinte años, el escenario, el lugar elegido para que José María Aznar se hiciera con las riendas del Partido Popular. Veinte años no es una vida, pero casi. Fue Aznar el que logró que, por primera vez en la historia de España, el centro derecha se convirtiera no sólo en un partido organizado y potente, sino en un proyecto político. Han pasado veinte años de aquello. Desde entonces, el PP sólo ha logrado gobernar ocho años de los treinta que llevamos en democracia. Su camino ha estado trufado de errores y de aciertos, de crisis internas, de desgarros pero lo cierto es que ahí está.

   Sin embargo, a lo largo de estos veinte años_al margen de sus dos triunfos electorales_el punto de inflexión en la vida interna del PP  se produjo en Valencia, cuando Mariano Rajoy tuvo que conjurar más de una conspiración interna y desafectos no disimulados. Valencia no fue un congreso fácil ni especialmente afectuoso para su líder. Lo ganó por los votos, pero le quedaba la prueba de "ganarlo" en ese otro ámbito mucho más sutil que es el de la confianza, el reconocimiento de autoridad... Muchos, después de Valencia, cuestionaron, en cénaculos más o menos privados, su idoneidad para el cargo. Las suspicacias internas han acompañado a Rajoy hasta hace bien poco y si alguna queda Aznar las ha neutralizado.

   Lo cierto es que de Valencia a Sevilla, Rajoy  ha tenido que librar muchas batallas internas y el resultado, perfectamente objetivable, es que las ha ganado todas. Y por eso, porque ha resistido  y porque los aires de cambio se parecen cada vez más a un vendaval, el PP ha llegado a Sevilla lanzando una imagen de unidad y cohesión interna. Para esta imagen ha sido clave la presencia de Aznar y su disposición a colaborar "como un militante más". En Valencia, las palabras del expresidente fueron de hielo. En Sevilla la foto ha sido el abrazo con el sucesor. Ese abrazo ha sido más que una foto. Es un mensaje que indica que en el PP , de Valencia a Sevilla, han cambiado y muchos. María Dolores de Cospedal, que es el ojo que todo lo ve, ha respirado.

   A efectos internos, Mariano Rajoy ya puede estar tranquilo. Su reto es ante la opinión pública. Las encuestas por buenas y reiteradas que sean no dejan de ser encuestas, de ahí que el triunfo electoral suponga para él y desde luego para el Partido Popular la rúbrica "a ocho años terribles", la prueba de fuego que dará sentido, si la supera con éxito, a esta travesía Valencia-Sevilla.

La tarea que espera al próximo Gobierno es ingente, larga y dura. Si el ganador es el PP, Mariano Rajoy ya sabe que tiene que estar preparado para que en más de una ocasión le caigan chuzos de punta y preparado, sobre todo, para capear las presiones, que no cesarán, de aquellos que ahora le consideran "blando" y "tibio".

    Hoy Domingo, después de haber anunciado ayer que en el próximo debate sobre pensiones va a plantear la situación de diputados y senadores , y cargos públicos para evitar "privilegios", Mariano Rajoy lanzará su primer discurso como presidente "in pectore". Sabe que todavía está en la Oposición pero quiere que los españoles comiencen a visualizarle como Presidente. Solo las urnas, y no las encuestas, dirán si los ciudadanos le ven y le quieren como Presidente.

   La teoría de los vasos comunicantes se hace realidad en lo visto este fin de semana. La euforia de Sevilla es directamente proporcional al alicaimiento vivido ayer en Ferraz en donde hasta los más correctos reconocen que "ya nada es lo mismo". El resurgir de Sevilla es la agonía de Ferraz.

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