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Enseñar a pensar

Enseñar a pensar

jueves 27 de enero de 2011, 18:16h

El problema para China es su aspiración a posicionarse como potencia tecnológica líder

Amy Chua, ciudadana china-estadounidense y profesora de Derecho en la Universidad de Yale, se ha transformado en celebridad mundial de la noche a la mañana. Un libro y un artículo en el que sintetiza la tesis de éste, publicado en el Wall Street Journal, son las bases de su notoriedad. En ellos plantea la superioridad de las madres chinas, porque saben educar a sus hijos para el éxito. La esencia de su planteamiento es que reglas estrictas, disciplina férrea y énfasis en buenas calificaciones producen hijos altamente competitivos, capaces de sobresalir en lo que emprendan. Ello contrasta a su juicio con la permisividad occidental, sustentada en promover la autoestima de los hijos y en gratificarlos emocionalmente, a expensas de condenarlos a una vida de bajo rendimiento.

Es evidente que su planteamiento no podría haber tenido tal impacto de no ser porque tocó una tecla muy sensible. De hecho, en diciembre pasado la OCDE publicó los resultados de un examen de aptitud académica entre adolescentes del mundo entero, en el que los estudiantes de China (representados por los de Shanghai) obtuvieron el primer lugar, mientras que los de EEUU quedaron en el puesto número 17 en lectura y mucho más abajo en matemáticas y ciencia. Por doquier los chinos (de tierra firme o de la diáspora) sobresalen en matemáticas o en talento científico, mientras que la República Popular China avanza con rapidez exponencial hacia una posición de primacía.

¿Será cierto entonces lo dicho por Amy Chua? Los resultados referidos hablan por sí solos, pero, sin embargo, algo falta en este cuadro. La hipercompetitividad china, en un mundo globalizado sustentado en la competitividad, obviamente se hace sentir. No obstante, el éxito chino pareciera tener un techo y este viene representado por su déficit en pensamiento crítico, en pensamiento lateral. De alguna manera la mente china, forjada en el hierro de la disciplina y en la necesidad de responder a parámetros rígidos, pareciera incapacitada para volar con libertad. La suya es una sociedad más apta para florecer bajo directrices muy precisas, en la que una élite ilustrada piensa y el resto sigue, que para estimular la creatividad individual. No en balde, el modelo productivo de China sobresale en el área de las manufacturas y no en el de los servicios. No en balde también el contraste con India: una sociedad inmensamente más anárquica, pero en donde la creatividad individual ha permitido crear un potente sector de la tecnología de la información.

El problema para China es su aspiración a posicionarse como potencia tecnológica líder, área en la que el modelo educativo pregonado por Chua constituye un inmenso talón de Aquiles. Bajo el mismo, dicho país jamás podrá producir un Gates, un Jobs o un Zukemberg. Sin altas dosis de creatividad individual, China no está capacitada para dar el salto tecnológico ambicionado, por más que invierta en investigación y desarrollo y en formación de recursos humanos. Para compensar este déficit, China cuenta con la masiva presencia de alta tecnología occidental y con la transferencia de esa tecnología como base de acceso a su mercado y a sus beneficios. No obstante, ello solo enfatiza las propias limitaciones de su modelo.

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