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Análisis de nuestro experto Domingo del Pino

Intervención en Libia: La Unión Europea puede derrotarse a sí misma

Intervención en Libia: La Unión Europea puede derrotarse a sí misma

martes 22 de marzo de 2011, 15:31h
En una nota anterior escribía que son tres las batallas que la “coalición internacional” debe ganar para triunfar en Libia. Infortunadamente hoy debo añadir una cuarta: la que la propia Unión Europea y sus miembros deben librar consigo mismos para lograr una unidad de acción que no ponga en peligro la guerra misma. Si la oposición de Alemania, luego transformada en abstención, ya supone por si sola una quiebra importante de la unidad europea, las diferencias que han surgido ahora a tres días de iniciada la zona de exclusión aérea sobre Libia permiten legítimamente preguntarnos sobre la capacidad de la UE de actuar unida en cuestiones importantes para ella de política exterior. Los temas en discordia no conciernen solamente sobre en quién recae la dirección de las actuaciones militares en Libia, sino sobre el alcance mismo de la misión que autoriza la resolución 1973 (2011) del Consejo de Seguridad, y una cuestión siempre pertinente en caso de guerra, aunque sea guerra limitada como esta: ¿y después de las acciones militares qué? El presidente Sarkozy ya había mostrado sus preferencias por liderar esta intervención europea, algo solo comprensible en clave interna francesa ya que el Primer Ministro François Fillon la consideraba “muy pesada” y costosa pero su nuevo ministro de Asuntos Exteriores, Alain Juppé creía que era necesaria. Los británicos, como es habitual, prefieren la dirección militar norteamericana, y los norteamericanos, a los cuales preocupa más ahora el embrollo que ha creado Arabia Saudi con su intervención militar en Bahrein y el hecho de sostener otra intervención en marcha en Afganistán, prefieren que en caso de no liderar ellos, lideren los británicos. En medio de esa controversia, no solo la Liga de los Estados Arabes, sino algunos otros países europeos como Rusia o Noruega, creen que la intervención militar europea ha ido mucho más allá de lo que dispone el mandato del Consejo de Seguridad de la ONU. El Primer Ministro Vladimir Poutine ha ido demasiado lejos y ha comparado la actitud occidental con los llamamientos europeos medievales a las Cruzadas, algo que su propio Presidente Dmitri Medvedev ha calificado de inadmisible. Sobre el terreno la aplicación de la Resolución no se parece en nada a la forma en que fueron aplicadas otras zonas de exclusión aérea como las dos que estuvieron en vigor a partir de 1992 durante la guerra del Golfo de 1991, una al Norte del paralelo 36 para proteger a los kurdos y otra al sur del paralelo 33 para proteger fundamentalmente a los chiitas del sur del país. Aunque no tiene por qué ser un precedente, aquellas zonas de exclusión aérea estuvieron en vigor once años hasta que la invasión de Irak en marzo de 2003 las convirtió en innecesarias. Ninguna de ellas tenía más objetivo que el de proteger a las poblaciones civiles. La invasión de Irak de 2003 sí se proponía acabar con el dictador Saddam Hussein, lo cual logró aunque las razones que sirvieron de justificación a la invasión fueran falsas. A diferencia de los objetivos limitados que la Resolución 1973 autoriza a la coalición en Libia, el Presidente Obama, sin embargo ha dicho que el fin último es que se marche Gaddafi. Casi al mismo tiempo, el actual presidente de la Liga Árabe y candidato mejor colocado a la presidencia de Egipto en la era pos-Mubarak, Amro Musa, ha precisado que para la Liga el destino de Gaddafi lo debe decidir el pueblo libio. En realidad es un verdadero espectáculo poco edificante el que Occidente está protagonizando: el diario Le Monde afirmaba en su edición de hoy que Italia había amenazado con recuperar el control de las bases puestas a la disposición de la coalición si estas diferencias no se solucionan rápidamente; Noruega ha suspendido la participación en las operaciones de sus F-16 por el mismo motivo; Estados Unidos y Gran Bretaña insisten en que la operación sea cubierta por el paraguas de la OTAN; y dos socios importantes de esa organización, Alemania y Turquía sobre todo, no quieren saber nada de ello. Para mayor confusión la ministra española Carme Chacón habló ayer de operación dirigida por el Africom, el sexto comando norteamericano fuera de Estados Unidos que aún tiene su sede en la base de Ramstein en donde,  junto con Nápoles, está instalado el cuartel general norteamericano que dirige las operaciones en Libia. A la espera de que la próxima reunión del Consejo de Seguridad, prevista en principio para el jueves, la “coalición internacional” se ha quedado, en la expresión de algunos medios, en una “coalición de países voluntarios”. Algunos países árabes temen lo que les parece inevitable en las presentes circunstancias: la prolongación de la inestabilidad en Libia y la aparición de una insurgencia que aún es pronto para decir si será la de los rebeldes contra Gaddafi o la de los partidarios de Gaddafi contra un eventual gobierno de los rebeldes. Otros artículos de este autor: Libia: tres batallas que la coalición debe ganar: militar, civil, y opinión pública Transiciones árabes: Marruecos cuenta con el apoyo de Occidente (1/2) Libia-Consejo de Seguridad: Por fin un espacio de exclusión aérea Transiciones árabes: Los obstáculos a las reformas en el Magreb II Transiciones árabes: Los obstáculos a las reformas árabes I El rey de Marruecos anuncia reformas constitucionales El enorme excedente financiero árabe, un posible instrumento de desarrollo Mundo árabe: transiciones inevitables, pero no garantizadas * Domingo del Pino es especialista en el mundo árabe, ex delegado de la Agencia EFE en Marruecos, ex corresponsal de El País para el Norte de Africa, fue miembro de la Euro Med and the Media Task Force de la Comisión Europea y, actualmente, es miembro del consejo editorial de la revista bilingüe Afkar/ideas; colaborador de Política Exterior y Economía Exterior; de la Revista Española de Defensa; y director del Aula de Cooperación Internacional de la Fundación Andaluza de Prensa.
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