Las incógnitas de Bin Laden

Otro asunto del que se habla y sobre el que se hacen todo tipo de especulaciones es la decisión de arrojar al mar, amarrado a una bola de hierro, el cadáver de Bin Laden. Fuentes oficiales confirman que se trataba de cumplir la ley islámica, y que la operación se realizó tras un oficio religioso en el porta-aviones del helicóptero,  pero los expertos consultados por varios medios de comunicación mantienen que en ninguna ley islámica recomienda el cementerio marino, sino el terrenal salvo en los casos excepcionales de que el fallecimiento se produzca en un barco y en una larga travesía marítima. Y volvemos a los comentaristas más prestigiosos del mundo: Estados Unidos no encontraba un país socio que acogiese los restos del terrorista más buscado del planeta, y además esa tumba se hubiese convertido en un lugar de peregrinación y referencia de los fanáticos fundamentalistas del entorno de Al Qaeda. Más incógnitas: las garantías sobre la identificación de Bin Laden a partir del ADN de una hermana suya fallecida de un cáncer cerebral en un hospital de Boston, constatación científica con un 99 por ciento de precisión, y por tanto con un uno por ciento de margen de error. Y el “modus operandi” del comando que asaltó el búnker en que residía el terrorista que, según las primeras versiones,  falleció por un disparo en la cabeza. También hay versiones contradictorias sobre las instrucciones que obedecía el comando que realizó la operación: primero se dijo que la orden era capturarlo vivo, pero otras fuentes mantienen que el objetivo era darle muerte. ¿Qué sucedió, cómo se desarrolló esa operación de 40 minutos, realizada por Estados Unidos en suelo pakistaní, sin que ese país tuviese conocimiento de que se iba a llevar a cabo? En fin, que celebramos que Bin Laden haya desaparecido para siempre, pero falta una versión razonada y veraz de los hechos que ayer sacaron a la calle, para celebrarlos, a miles de estadounidenses. Y también pensamos en los familiares de las víctimas del 11-M madrileño que, aunque nunca regresen sus seres queridos, al menos saben que quien organizó la masacre está, hoy, como en los versos de Rafael Alberti, enterrado en el mar.