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La belleza va a la guerra

La belleza va a la guerra

jueves 28 de junio de 2007, 01:37h
Lo único que faltaba. Después de años de lucha para eliminar los estúpidos concursos de belleza, éstos siguen viento en popa. Sólo que, producto de liposucciones y cirugías, hoy las candidatas son todas iguales y los creativos organizadores han introducido en estos torneos algunas desconcertantes variables.

Así lo constatamos al leer en la prensa que el Carnaval de Invierno en Punta Arenas, organizado por el Municipio y la V División del Ejército contempla una peculiar elección de reina de la ciudad. Competencia en que se mide la capacidad de las muchachas para arrastrarse por el barro, disparar ráfagas de ametralladora y lanzar granadas con rigurosa precisión. Por lo menos, así lo consignan las sugerentes fotografías de las postulantes al cetro vestidas con uniforme de fatiga y  casco mientras son sometidas a un duro entrenamiento militar en la nieve.

Alguien podría decir que la incorporación de pruebas como ésta en eventos tan banales va más allá de los consabidos requerimientos del 90-60-90 y las declaraciones patrioteras y de amor por la humanidad de las misses en estas elecciones. Sin embargo, a mi juicio, la cosa pinta color de hormiga.

Vamos para atrás. Porque pareciera que de nada sirvieron las demandas feministas de los años setenta para que los medios dejasen de publicitar los cuerpos femeninos como objetos que servían de anzuelo para vender autos, cigarrillos o profilácticos. La televisión continúa empleando su “costoso” tiempo en exhibir bellezas descerebradas y semidesnudas que anuncian variados productos.

Además de estos reclamos, en los años setenta protestamos porque la mayoría de nuestras apariciones en los noticiarios era en la sección de crónica roja. Hoy día, como nunca, proliferan  las violaciones y asesinatos de mujeres que sólo este año pasan de los cuarenta.

Sin embargo, de un tiempo a esta parte hay un aspecto en que los medios comienzan a “igualarnos” con los hombres. En series y teleseries las mujeres manejan pistolas y cuchillos con entusiasmo y maestría. Ni hablar de los realities militarizados donde las concursantes no tienen escrúpulos a la hora de competir y cantan himnos furiosos donde se enorgullecen de sus espíritus “viriles”, que traducido en civil vendrían a ser algo así como “feroces”.

Estas muchachas bélicas que cambiaron el perfume por el olor a pólvora y la mini por el traje de combate, ahora son punto de referencia para sus congéneres que este año desbordaron los centros de reclutamiento. Todo esto en el marco de un bicentenario donde pareciera que la tónica nacional serán los himnos militares y las series sobre batallas sangrientas ganadas y perdidas.

IGUALDAD ¿PARA QUÉ?

Germaine Greer, polemista sin pelos en la lengua, planteó que el feminismo nació como un movimiento para liberar a la mujer, pero el resultado es que muchas mujeres no sólo no se liberaron sino que se postraron ante el imaginario sexual de los hombres, esforzándose por convertirse en lo que ellos querían que fueran. En la actualidad, son muchas las niñas que piden como regalo de quince años una operación para agrandar el pecho, a los 25 sufren de anorexia y a los 35 se deprimen si no son capaces de financiarse un lifting.

Para Greer el movimiento feminista se distorsionó al postular la igualdad. A su juicio, “ha llegado, de nuevo, el tiempo de enojarse”. Y es obvio que, al reivindicar sus derechos, las mujeres no estaban aspirando, por ejemplo, a llegar a ser tan agresivas como los hombres.

Hace treinta años las mujeres reafirmábamos nuestras diferencias y solicitábamos acceder al poder, pero para ejercerlo de manera menos autoritaria y agresiva. Sentíamos que la política que, hasta entonces tenía sello masculino, estaba desprestigiada y requería de otras formas, ética y contenidos que la acercaran a la gente.

Quisimos modificar el lenguaje belicista y competitivo y producir un cambio cultural desmilitarizando las conciencias. Trabajar para que el gasto desmedido en armamentos se desviase hacia la cobertura de las necesidades básicas del ser humano como alimentación, salud, educación, fuentes de trabajo, justicia, acceso a la cultura y habitación. Promover una legislación a favor de los remisos de conciencia ante la obligatoriedad del servicio militar y realizar campañas contra la fabricación y el uso de juguetes bélicos.

Durante casi veinte años vivió marcado por la violencia y los atropellos a los derechos humanos. De allí que la única garantía para que eso no suceda nunca más es resistir al olvido y fomentar una cultura de paz a través de los programas de estudio de colegios e instituciones. Otro tema fundamental es trabajar para sustituir los liderazgos de odiosas figuras del deporte, la política o la farándula  por otros de valor ético y cultural que sirvan de ejemplo para los jóvenes. 

No cabe duda de que se han tomado medidas en esta dirección. Entre éstas, la derogación de la pena de muerte y el proyecto para crear el Instituto de Derechos Humanos. Sin embargo en nuestra sociedad existen fenómenos crecientes  y preocupantes como el acoso laboral; la xenofobia; la persecución a los niños por parte de sus compañeros que ha llevado a algunos al suicidio; las simulaciones de golpizas en los colegios difundidas por internet; el maltrato al interior de las familias; el porcentaje de noticias de crónica roja en los medios; la pedofilia; la delincuencia; la violencia de bandas de jóvenes drogadictos que desprecian la vida en los barrios y la furia destructiva que se desata durante huelgas y manifestaciones.

Son síntomas de una sociedad iracunda y marcada por la desigualdad, donde en la competencia para tener éxito y dinero, “todo vale”. De allí la necesidad urgente de cambiar el rumbo. Quizás eso permita que un buen día ocupen la pantalla los mejores deportistas y no los más escandalosos, los políticos más sensibles a los problemas de la gente, los artistas más creativos y los ciudadanos más interesantes por sus actividades culturales y sociales. Quizás suban los ratings de programas como “Hora 25” o  “La belleza  de pensar” y bajen los de las distintas versiones de “Pelotón”. Quizás, también entonces, a los chilenos los conmueva más la imagen de Michelle Bachelet inaugurando un consultorio que subiendo a un tanque de guerra.
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