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Barack Obama: Un discurso singular y fuera de serie

viernes 20 de mayo de 2011, 11:25h
El discurso pronunciado anoche por el Presidente de Estados Unidos Barack Obama es por lo menos un fuera de serie en lo que estábamos acostumbrados a esperar del hombre que dirige los destinos del país más poderoso del mundo. Por muchos motivos es excepcional y si en otro contexto lo que él dijo hubiera recordado aquella reflexión cínica de haz lo que yo hago y no lo que yo digo, éste no parece ser el caso. En realidad y pensando un poco su trayectoria desde que llegó a la Casa Blanca hace tres años, sus palabras de anoche parecen coherentes con las ideas que ha venido expresando desde el principio de su mandato en relación con el mundo árabe.  Su solidaridad con las revueltas y el ansia de reformas de los ciudadanos árabes me ha sorprendido muy favorablemente, no solo por la solidaridad en si misma que, al fin y al cabo pudiéramos pensar que es una cláusula de estilo para permanecer en el sentido en que camina la historia, sino porque hasta le encontré una cierta semejanza con discursos y expresiones de los propios manifestantes. Que se haya referido a la humillación del vendedor ambulante tunecino Mohamed Bouzidi - por el que todo empezó- que se inmoló el pasado 17 de diciembre, como símbolo de las históricas y permanentes humillaciones de los ciudadanos árabes, me parece que aleja su discurso de toda sospecha de populismo. Afirmar que su país apoya y apoyará con hechos concretos a las reformas en el mundo árabe cuando éstas todavía no están garantizadas  me parece también excepcional  y un hecho inusual en la historia de las relaciones diplomáticas en donde los estados tratan con estados y los gobiernos con gobiernos, y los pueblos no suelen entrar en consideración más que cuando ellos mismos han logrado el cambio. Son muchos los analistas árabes que en estos meses de revueltas y manifestaciones han sugerido que las reformas en el mundo árabe no son posibles sin la solución del conflicto árabe-israelí. Entiendo que el conflicto árabe-israelí tiene su propia dinámica perfectamente separable de la urgencia de reforma y democracia, pero reconozco que ha sido, al igual que el islamismo o el terrorismo, un recurso fácil para que los dictadores enrocaran en él su inmovilismo y su represión. Con esos argumentos blindaron, ellos y sus entornos, la patrimonialización de las economías y las riquezas de sus países. Las informaciones que han ido surgiendo tanto de las escasas pero importantes investigaciones judiciales sobre la riqueza acumuladas por los dictadores y sus asociados, como de las cantidades depositadas en bancos extranjeros y congeladas por los estados o los bancos suizos, dan una idea del fenomenal saqueo a que han sido sometidos por sus dirigentes todos los pueblos árabes. El Presidente Obama mencionó por su nombre a los países en donde los espolios han ido acompañados con un grado de represión y ausencia de libertad intolerables en el siglo XXI, como Libia, Irán, y Siria, pero no dejó de hacer una alusión velada a otros que él mismo describió como aliados por haber  recurrido a la represión, como Yemen y Bahrein. El caso es que el emir de Bahrein pudo reprimir y contener las revueltas gracias al apoyo de tropas de Arabia Saudí, un país al igual que otros del Golfo, que sin duda también necesitaría reformas. Si el discurso del Presidente de Obama es la consagración de una reorientación de las alianzas de Estados Unidos en Oriente Medio y el Norte de Africa es aún prematuro para saberlo, pero la alianza ampliada a Marruecos y Jordania, las dos únicas monarquías geográficamente fuera de la órbita saudita, que intenta lograr el Consejo de Cooperación del Golfo, es un sintomática de preocupación. Igualmente importante es el discurso del presidente Obama en lo que se refiere al conflicto árabe-isarelí, a dos días de recibir de nuevo en la Casa Blanca al Primer Ministro israelí Benjamin Netanyahu. No hay ningún cambio en el fondo de la posición norteamericana, pero si una notable inflexión en la forma. Obama ha reiterado que para Estados Unidos la solución pasa por dos estados, uno palestino y otro israelí, en las fronteras de 1967, con ligeros cambios mutuamente acordados, que es algo que ya habían aceptado  los negociadores en Oslo y Taba. Pero también se ha referido a la paz por territorios, una expresión con la que los árabes al cabo de muchos años habían descrito su oferta a Israel. Obama también ha dicho que la comunidad internacional está ya cansada de tantas y tan inagotables negociaciones sin resultados y ha advertido a Israel de que no puede basar su existencia y su seguridad en la ocupación militar permanente. Es cierto que al presidente de Estados Unidos le ha parecido mal el acuerdo entre Fatah y Hamas, pero es verdad que ésta última mantiene unidades terroristas y rechaza la existencia misma del Estado de Israel, lo que por definición excluye una solución de dos estados. También criticó Obama la posibilidad de que los palestinos presenten a la aprobación de la Asamblea General de la ONU de Septiembre una propuesta unilateral de estado palestino y no se refirió a las colonias judías en los territorios palestinos ocupados, que fue el primer pulso a Netanyahu, que Obama perdió. Las incógnitas sobre el futuro son las de siempre: Estados Unidos es un país muy poderoso, donde el poder está más repartido, donde el presidente tiene dificultad para sacar adelante su reforma de la sanidad y en ocasiones hasta los presupuestos,  y donde el propio Obama tiene que hacerse reelegir en 2012 si quiere poder poner en práctica la política hacia el mundo árabe que ayer expuso porque en el mundo árabe no es posible cambiar nada en seis meses ni en un año. ____________________________________________________________________ * Domingo del Pino es especialista en el mundo árabe, ex delegado de la Agencia EFE en Marruecos, ex corresponsal de El País para el Norte de Africa, fue miembro de la Euro Med and the Media Task Force de la Comisión Europea y, actualmente, es miembro del consejo editorial de la revista bilingüe Afkar/ideas; colaborador de Política Exterior y Economía Exterior; de la Revista Española de Defensa; y director del Aula de Cooperación Internacional de la Fundación Andaluza de Prensa.
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