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Qué harán ahora los indignados

Qué harán ahora los indignados

sábado 21 de mayo de 2011, 11:10h
Esa es la gran cuestión que se plantea ahora, y se planteará en las próximas horas,  una vez que la Puerta del Sol de Madrid como otras grandes plazas de ciudades españolas, se hayan convertido en asiento y sede casi permanente de ese movimiento de incierto nacimiento, incierto desarrollo  y más incierto futuro que se llama Movimiento del 15-M o de los Indignados. Una vez que ya se han saltado todas las normas existentes o creadas para ellos, en lo que se refiere a estas elecciones del 22-M, ¿qué harán?, ¿qué podrían hacer? , ¿qué les cabe hacer?, ¿a qué aspiran?, ¿qué pretenden? En primer lugar, está por ver si en estas mismas elecciones de este domingo habrán conseguido algo, o si, por el contrario, toda esa movilización equivale a “cero efectos”. Se ha supuesto que no sería improbable que “los indignados” hubieran conseguido elevar acaso un par de puntos el nivel de participación ciudadana en las urnas. Pero también eso está por ver, y queda por conocer si lo que acaso haya aumentado es el porcentajes de votos nulos y sin efecto alguno en la renovación de municipios, cámaras autonómicas, alcaldías y autonomías. Pero sobre todo, está por ver qué sucederá a continuación de las elecciones, o lo que es lo mismo, qué modo tendrán quienes han salido a la calle para seguir manteniendo todas, o algunas, de las aspiraciones que expresaron, muchas de ellas de muy difícil aceptación y encaje en la normativa legal vigente. No falta quien sospeche que de esas movilizaciones de estos últimos días debiera salir alguna especie de representación, una cierta plataforma que sintetice lo que aspiran a conseguir y lo negocien, a continuación, con las fuerzas políticas, para transformar tales aspiraciones y propósitos en proyectos de ley que pudieran defender una o varias fuerzas políticas de las que están presentes en las cámaras legislativas. Pero con eso no se habrá cumplido el gran propósito expuesto estos días en la calle, de una regeneración de la política y de los políticos, de un lado, y de la búsqueda  de alguna clase de procedimiento para el hallazgo de fórmulas que impidan el gran miedo que, en alguna medida, ha podido impulsar a muchos jóvenes a escribir y defender sus pancartas: que no llegue a producirse esa “generación perdida” que se viene anunciando, y lo que es peor, que ya se viene produciendo, con insoportables tasas de jóvenes parados -más del cuarenta por ciento-, y sin apenas esperanzas de salir de esa situación inadmisible. La generación mejor formada, en la que más gastos ha efectuado la sociedad española, resulta que no tiene nada que hacer en esa sociedad por culpa de un sistema -político, financiero, bancario, que se vio súbitamente quebrado por lo que llamamos “la crisis financiera internacional”. Pero que, mientras en otros países, se ha resuelto en un par de años, y ya se camina por los viejos procedimientos del mercado de la oferta y demanda, en el nuestro, sigue en unos niveles de estancamiento asombrosos... Los jóvenes coincidentes en los últimos días en echarse a la calle, han comprobado y expuesto, sobre todo, la ineficacia de la clase política y  de los mercados, por igual, para integrarles y hacerles hueco. Se les está diciendo que “de antemano, no sirven, no tienen utilidad”, porque las estructuras que han venido funcionando en los años anteriores no halla vías de desarrollo: los creadores de empresas no se ven alentados por una financiación que en otro tiempo apostaba con ellos y que, en la actualidad, no acude, temerosa de no ser capaz de su propia supervivencia, aun cuando sus datos de solvencia económica se hayan visto comprobados y confirmados. No es menos cierto que algunas de tales instituciones, como una parte de las Cajas de Ahorros, todavía están buscando vías alternativas, una vez que el bache del mercado inmobiliario las ha dejado “ko”, e inútiles para todo servicio. Los políticos suelen repetir que, en todo caso, es imprescindible una buena dosis de confianza, y son los primeros que, con sus actitudes y comportamiento, han eliminado esa confianza. En su último mensaje de campaña, Rajoy insistía en la idea de que las elecciones tienen que servir para prescindir de quienes no han estado a la altura de las circunstancias. Pero le ha faltado un mínimo nivel de autocrítica: ¿Lo ha estado él, con una oposición a ultranza que se ha negado a colaborar con el Gobierno  de su oponente político, se´gun se queja éste?
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