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Entre desconfianza y miedo

Entre desconfianza y miedo

martes 31 de mayo de 2011, 19:28h
[email protected] El panorama político peruano de cara a las próximas elecciones presidenciales del 5 de junio no ha cambiado mucho en el espacio que ha mediado entre la primera y la segunda vueltas. El debate del domingo pasado no arrojó vencedor y los candidatos, en buena parte, lo que hicieron fue abundar en sus denuncias sobre las posibilidades que esperan al país si llega al poder su adversario. Una de las pocas cosas que quedan claras es que la inmensa mayoría de los votantes no quiere saber nada de Gobiernos tipo Chávez con su autoritarismo a cuestas a nombre del control del Estado. Quizás, hace 10 años, ampararse en la sombra de Chávez y su modelo de Gobierno era una buena opción. Ahora es simplemente catastrófica, por la concentración de poderes que implica, el desconocimiento de la inversión privada y las alianzas internacionales folclóricas que se traducen en un desgaste económico y social sin precedentes en una época de millonarios ingresos petroleros. Que lo diga, si no, el candidato Ollanta Humala, que ha tenido que abjurar de cualquier filiación chavista para poder competir en la segunda vuelta con Keiko Fujimori. El problema es que las próximas elecciones se debatirán no en el clima democrático que se supone debería caracterizar a estos eventos, sino en uno de alta polarización, incertidumbre y miedo, neutralizado por el momento, con beneficio de inventario, en base a las cartas "de buena conducta" que ambos candidatos han firmado y se han comprometido a mantener. Evidentemente, hay cuestiones estructurales y estratégicas de fondo que se juegan en las próximas elecciones. Como señalaba Alberto Adrianzén, en La República, en primer lugar, la conformación de una institucionalidad democrática que permita responder a las demandas sociales del país sin caer en ningún tipo de autoritarismo. Ese ha sido el modelo de Chávez vía la reforma a la Constitución. En segundo, que esta inclusión se realice por la vía de una real participación ciudadana y no por el asistencialismo y el clientelismo que caracterizan a los Gobiernos autoritarios y dictatoriales. Finalmente, el posicionamiento internacional del Perú en un mundo complejo y lleno de contradicciones, en el que la globalización tiene la palabra, pero en el que el telón de fondo son crisis de todo tipo, económicas, políticas, culturales y, por supuesto, ambientales. El problema del Perú es que ninguno de los dos candidatos ofrece, para una mayoría decisiva de votantes, la seguridad de cumplir efectivamente con lo prometido. Lo que han hecho hasta ahora es desvirtuar las acusaciones del contrario, contraatacándolo, pero sin poder vencer ninguno las desconfianzas de la otra parte. A Ollanta Humala le afecta la sombra del autoritarismo igual que a Keiko Fujimori. A los dos también el fantasma del clientelismo. El país está dividido igual que los medios y los intelectuales. El pasado en ambos casos es más poderoso que el presente y, por supuesto, que el futuro. Por ello, cualquiera de los dos puede ganar lo que significa estar librados nada menos que al azar.
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