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Carrozas y carretas

miércoles 15 de junio de 2011, 08:30h
Como si la convivencia española no tuviese suficientes provocaciones, con los cinco millones de parados, los etarras en las instituciones democráticas vascas y los “indignados” llevando sus acampadas de plaza en plaza y de zoco en zoco, ahora plantea el Gobierno retirar los restos del dictador Francisco Franco del Valle de los Caídos. En contra de lo que se dice en el polémico “Diccionario Biográfico” de la Academia de la Historia, Franco fue un dictador sanguinario, un genocida, un tirano, un déspota, un mal bicho, pero es llamativo que muchos de los que ahora lo maldicen hayan crecido y se hayan encumbrado bajo la bota cuartelera del “general bajito”, y hayan tragado cobardemente sus maniobras. También en el otro lado, en el bando opuesto al franquismo, en el de las dolorosas fosas comunes, hubo corruptos y asesinos, y si se quiere decir la verdad no se debe hacer a retales o a pedazos, sino asumiendo… toda le verdad. Que a Franco lo dejen bajo la losa monumental de Cuelgamuros o que lo lleven al cementerio familiar de El Pardo es un asunto discutible, y habría que contar con su familia para tomar una decisión. Quizá exhumar sus restos y llevarlos a un lugar menos solemne pueda ser un acierto, pero no es una urgencia ni una prioridad. En el Evangelio se lee “dejad que los muertos entierren a sus muertos”, y no parece asunto principal una polémica de huesos, o una desavenencia de calaveras derrotadas. Por lo demás, en la España de ahora mismo, en la España en carne viva, el presidente del Congreso, José Bono, y el del Senado, Javier Rojo, han planteado a las mesas de ambas Cámaras sus propuestas para suprimir los privilegios de que disfrutan los parlamentarios en pensiones de jubilación, en compatibilidad del escaño con actividades profesionales, y en la opacidad en la declaración de su patrimonio. Si la semana pasada se planteaba reducir escandalosamente los días laborables para sus señorías (sesiones solamente lunes, martes y la mitad del miércoles), ahora la mala conciencia les lleva a montar una apariencia de austeridad, que no es más que eso: puro teatro desde el escenario de unas instituciones que son básicas en el sistema democrático, pero de las que la sociedad se aleja cada día más y con mayor cabreo. Que Franco descanse en paz, como todos los muertos ejemplares o indignos; que sus familiares gobiernen sus restos y tutelen su nada ejemplar memoria; y que a los españoles de hoy nos permitan decirles a diputados y senadores que se dejen de cuentos y monsergas y que, de verdad, representen a un pueblo que no viaja en carroza triunfal ni en una caravana rencorosa,  sino en una carreta arrastrada por la incertidumbre. > Escuche las columnas de Luis el Olmo en vídeo:
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