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La importancia de llamarse Ernesto...

miércoles 04 de julio de 2007, 22:58h
TITO B. DIAGONAL
Barcelonés de alta cuna y más alto standing financiero, muy apreciado en anteriores etapas de este diario, vuelve a ilustrarnos sobre los entresijos de las clases pudientes

...Ernesto Bertarelli, el almirante del Alinghi, por ejemplo; y no Ernesto de Hannover, pongo por caso... O Ernesto de los que ernestea orgullosamente (según los disolutos consejos de Oscar Wilde y Leopoldo Alas) por el madrileño barrio de Chueca o el barcelonés Gayeixample...

Sí, amadísimos, globalizados, megaletileonorisofiados y alinghiados niños y niñas que me leéis, hemos vuelto a ganar la America’s Cup por segunda vez consecutiva. Ayer fue un gran día, y no porque los sociatas sacasen pecho y estuviesen encantados de que ZetaPé le zurrase la badana parlamentaria a Marianito Rajoy... O que los Coros y Danzas Mediáticos del PePé consideren que Rajoy estuvo sensacional acorralando a ZetaPé y mostrándole el camino del Palacio de la Zarzuela. No. Ayer en Valencia su alcaldesa Rita Barberá y el presidente Francisco Camps, ambos peperos de pro, estaban que parecía que ellos habían patroneado el Alinghi, en su quinta y definitiva victoria frente al New Zealand. Y no es para menos, claro. El sindicato suizo que preside Ernesto Bertarelli y que apoya la UBS (antes Union des Banques Suisses) está haciendo historia en las regatas náuticas.

Y así lo hemos celebrado todos nosotros, los que acudimos a valencia desde Barcelona para brindar por el vencedor. El Tato Ganduxer y Fito Soldevila de Monteys aún siguen hoy en plenas celebraciones etílicas, tras el triunfo de este barco de la Societé Nautique de Genève. Un puntazo. Sí, señor. Y hasta Pototo Sedó canturreaba anoche eso de “Suiza, patria querida”, quizá recordando las joint ventures que mantiene con la flor y nata del sector bancario helvético.

Ahora se trata de que el buenazo de Bertarelli, como ganador de la America’s Cup, siga haciendo negocios con la capital valenciana. Porque el próximo desafío será dentro de dos años, en 2009, cuando Barberá y Camps estén a mitad de su mandato, por lo que les vendrá de dulce el que la ciudad de Valencia vuelva a ser sede de la regata más antigua de las que se disputan en los sietes mares. Naturalmente, pagando lo que haga falta, que será bien poco, que Bertarelli y su sindicato se conforman con 120 millones de euros. Una cantidad bien módica (unos 19.960 millones de las antiguas pesetas). Si Valencia pudo organizar (pagando, claro está) la 32 edición de la Copa del América, podrá organizar también la número 33. ¿Sí o sí?. Pues eso.

Ya sé que los deportes náuticos no gozan de buena prensa entre las clases bajas (que son casi todas, excepto la nuestra) y que los izquierdosos de todo pelaje y condición, menos la progresía de la Costa Brava y de Ibiza, hacen demagogia barata a costa de la náutica. Pero, de la misma forma que casi nadie, en su sano juicio, anda por esas carreteras, esas autovías y esas autopistas de Dios, al volante de un coche de Fórmula 1 (mucho más caro, por decir algo, que un coupé Ferrari o un veloz Lamborghini) , multitudes, por no decir manadas de gentes de las clases inferiores se mueren por asistir a los grandes circuitos. Tal que así debe suceder con las embarcaciones deportivas y o de recreo. Las regatas, aunque sean de ricos, deben ser apoyadas por su espíritu de competición deportiva.  O sea, que no hay competición sin plebe animadora. Aunque, eso sí, después de la regata, al village sólo tengan acceso los elegidos por los patrocinadores. Sucede con el motorismo y con las carreras automovilísticas. Debe suceder con las competiciones de vela, tipo Copa del Rey en Palma de Mallorca y, por descontado, con la America’s Cup. Bertarelli gana, los neocelandeses se deprimen y la plebe valenciana aplaude, como es su obligación.

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