ETA y 'zapaterato': dos finales paralelos
viernes 29 de julio de 2011, 18:17h
En un balance de urgencia sobre la labor de los siete años de Zapatero en La Moncloa es obligada una referencia exclusiva a la lucha antiterrorista. Es obligado por muchos motivos, pero especialmente porque uno de los tres pilares con los que Zapatero afrontó su primera legislatura (2004-2008) fue 'pacificar' Euskadi. Los otros dos pilares fueron el cierre del mapa autonómico -nuevo Estatut catalán, sobre todo- y un avance sustancial en las políticas de igualdad. Salvo, acaso, el tercer pilar, los otros dos han tenido más sombras que luces.
Pero ETA merece un análisis específico. En abril de 2004, nada más aterrizado en La Moncloa, comenzaba el inicio de lo que se ha dado en llamar 'el zapaterato', una peculiar forma de gobernar el país, pero también se inició el principio del fin de ETA. Zapatero escuchó los cantos que le llegaban desde la Presidencia del PSE-PSOE sobre la posibilidad real de un fin negociado de la violencia, y dio luz verde a un proyecto que había iniciado Jesús Eguiguren con los abertzales de Arnaldo Otegi dos años antes el caserío de Txillarre.
La misma noche electoral, cuando la victoria del PSOE era inapelable, Eguiguren y Otegi coincidieron en que "ahora, la paz es posible". Y hasta Zapatero llegaron después, escritas en papel, palabras como "tú puedes ser el Tony Blair de la política española", en referencia a que fue Blair quien acabó con el terrorismo del IRA en el Ulster. Zapatero lo creyó y ahí empezó una historia que ha tenido demasiados puntos oscuros, demasiados recovecos.
Fernando Jáuregui y yo mismo publicamos el pasado año un libro casi definitivo sobre estas negociaciones: "El zapaterato. La negociación: el fin de ETA", donde revelábamos todas las claves de lo que había ocurrido... las claves y los hechos. Una negociación que pasó por distintas fases: desde la 'personal' de Eguiguren con el etarra Josu Ternera durante todo el año 2005 y los primeros meses de 2006, hasta la formación de la 'doble mesa' negociadora -con Batasuna en el Monasterio de Loyola, y paralelamente con ETA en diversas ciudades europeas, como Ginebra y Oslo- a lo largo de 2006; el atentado de la T-4 de Barajas en diciembre de ese año, y el boom final de las negociaciones a doble banda con ETA y Batasuna en marzo, abril y mayo de 2007, pese a que Zapatero no se cansaba de anunciar públicamente que había cerrado todos los canales negociadores con ETA.
No pudo ser entonces, es verdad. La cerrazón de los pistoleros de 'Thierry' y de 'Txeroki', que ganaron la partida a los 'pactistas' de Josu Ternera impidió que se llegara a un acuerdo de paz; un acuerdo que se pudo tocar casi con los dedos en octubre de 2006 en Loyola. Zapatero no pasaría, por tanto, a ser el 'Tony Blair de la política española', pero la huella quedó y aquellas negociaciones, aquella apuesta decidida y valiente de Zapatero dejó un poso de esperanza para los que ansían la 'paz' y un virus mortal para los más retrógrados de los terroristas.
Al analizar serenamente los hechos -al libro "El zapaterato" me remito-, pocos analistas de verdad dudan de que ahora nos encontramos ante el final de ETA. De hecho, el propio Zapatero, en su rueda de prensa en Moncloa para anunciar el adelanto electoral, ha llegado a decir al respecto: "Los avances que se han producido en la lucha antiterrorista han sido decisivos, determinantes. Estamos en la recta final de la violencia y del terrorismo".
Y es verdad. Pocos dudan de que ese esfuerzo valiente, aunque con equivocaciones, que pasó por Txillarre, Loyola, Ginebra, Oslo…, y que le ha costado tanta crítica a Zapatero, fue decisivo para que un socialista, Patxi López, privara de la Lehendakaritza al PNV, algo que parecía imposible. Y pocos de los que de verdad saben dudan de que lo único que está pensando ETA en estos momentos es en 'cómo echar el cierre'.
El Gobierno y el Partido Socialista -Rubalcaba, al menos, y eso que siempre fue el menos optimista al respecto- esperan un gran comunicado de final de existencias en ETA para dentro de muy poco. No será una disolución formal -tampoco se disolvió 'formalmente' la UCD, ni mucho menos el PRD de Roca; y tampoco lo ha hecho el IRA como tal disolución-, pero será sin duda el final del ciclo terrorista. Y sería miserable no reconocerle a Zapatero su gran aportación en este tema. Aunque quizá no llegue para verlo. Quizá no desde la Presidencia del Gobierno.