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Opinión : Miguel Ángel Moratinos

Retos y desafíos de la política exterior para las próximas dos décadas

Retos y desafíos de la política exterior para las próximas dos décadas

lunes 05 de septiembre de 2011, 15:16h
  “Desde hace más de un siglo, la política internacional de España ha consistido en no tenerla. Y toda vez que España, en el siglo pasado, quería hacer lo que vulgarmente se llama un pinito en el orden de la vida internacional, o era por motivos verdaderamente incompatibles con la dignidad nacional, o por motivos de fanatismos religiosos, como así ocurrió a mediados de siglo, o era por motivos de vanagloria, o para encubrir dificultades de orden interior españolas…”. Esta cita de Manuel Azaña, al comienzo de su carrera política y al inicio del siglo pasado, puede servirnos para introducirnos en la reflexión de lo que debería ser la política exterior española del siglo XXI, de sus metas y desafíos y de las intenciones que ésta debe emprender en los primeros años de esta centuria. Es cierto que en estos últimos años de política exterior española -que he tenido el gran privilegio de compartir y ejecutar junto al presidente Rodríguez Zapatero- hemos mantenido una profunda preocupación por adelantarnos a los cambios que se intuían y estaban fraguándose en el conjunto del sistema internacional. Aun así, la excesiva polarización del debate político interno no dejó traslucir que, aparte de las sempiternas cuestiones tradicionales de la política exterior española (Sahara, Marruecos, Ceuta, Gibraltar…), el Gobierno del que formé parte intentó desde el principio ensanchar el horizonte de nuestra acción exterior. Incorporamos en el debate y en la acción política asuntos nuevos hasta entonces inexistentes en la agenda internacional: desde la nueva dimensión de la seguridad y las nuevas estrategias contra el terrorismo internacional, pasando por la lucha contra la emigración ilegal y el cambio climático, hasta la nueva agenda de cooperación internacional, sintetizada en alcanzar los objetivos de Desarrollo del Milenio. La lucha contra el hambre y la pobreza formó parte del día a día de nuestro quehacer diplomático. A su vez, la propuesta de una Alianza de Civilizaciones trajo como algo innovador llevar al campo político y de la seguridad la respuesta al supuesto choque de civilizaciones. La reciente barbarie acontecida en Noruega [julio de 2011] demuestra lo acertado de esta iniciativa. Pero si estos casi siete años nos permitieron ir adelantándonos a lo que viene configurándose como los principales retos de nuestro siglo, es indudable que algunos de estos desafíos han ido delineándose con mayor fuerza y realce en los últimos años. Por ello, sin tratar de ser exhaustivo, creo que las dos próximas décadas se encontrarán con los siguientes retos inapelables: En primer lugar, Europa y su proceso de integración. Las próximas décadas van a ser determinantes para el futuro papel de Europa en el mundo. La actual crisis económico-financiera ha puesto de manifiesto la urgencia y necesidad de un “gobierno económico” europeo, posición que mantuvimos desde el inicio de la Presidencia rotatoria española de la UE durante el primer semestre de 2010. Parece que ya nadie pone en cuestión esta unión económica de los 27 para poder así consolidar la zona Euro. Pero esto no será sostenible si no hacemos avanzar a su vez la política exterior común de la Unión. La presencia e influencia de Europa en el mundo se hace cada vez más indispensable y sólo unidos y con posiciones comunes podremos enfrentarnos con éxito a los nuevos actores emergentes. No sería descartable que el Tratado de Lisboa tuviera que ser revisado y modificado para poder atender más eficazmente a las nuevas demandas de la acción internacional. Junto a esta prioridad europea, la diplomacia española se va a enfrentar a uno de sus más importantes retos internacionales con mayor virulencia. El Mediterráneo y la denomina “primavera árabe” estarán presentes a lo largo de los próximos años. Acompañar, seguir y apoyar este proceso no será fácil. Nuestros intereses en esa área son vitales. Habrá que ejercer liderazgo en el mundo europeo y reforzar activamente todas nuestras acciones en esa zona. Latinoamérica merecería una profunda revisión estratégica. Cada vez más, los países latinoamericanos se sienten plenamente protagonistas de su futuro, y la vieja retórica hispanoamericana ya no les impresiona en absoluto. Las nuevas correlaciones de fuerza en todo el cono sur deberían llevar a una profunda revisión de nuestra acción habitual. Nuestras empresas e inversiones económicas tendrán que adaptarse a los nuevos tiempos. La Cumbre Iberoamericana de Cádiz en 2012 sería el momento ideal para relanzar una nueva agenda iberoamericana, diferente en la forma y en el fondo. El continente africano es la nueva vecindad. África nos interpela desde el punto de vista moral y ético en la lucha contra el hambre y la pobreza, pero las oportunidades de negocio y sobre todo las exigencias de seguridad deberían fortalecer la nueva política africana de España. Hablar de Asia es hablar de China y de las oportunidades de todo el continente asiático y pacífico. Pero, sin duda, China merece una atención singular que debe articularse con una mayor y mejor coordinación europea. En cualquier caso, todos estos escenarios regionales no podrán garantizar por sí solos el buen orden internacional. En un siglo en el que la globalización es una realidad cada vez mayor, es difícil contemplar el futuro exterior sin reclamar una gobernanza internacional que esté a la altura de las expectativas de las necesidades del siglo XXI. Los antiguos padres fundadores del orden internacional del siglo XX tardaron casi medio siglo en establecer las instituciones y organizaciones que nos han dirigido durante toda la segunda parte del siglo pasado y esta primera década del actual. En esta ocasión, no deberíamos tardar tanto tiempo, ni sufrir dos guerras mundiales, para dotarnos de unas instituciones (económicas y financieras: FMI, BM); organismos políticos (ONU y sus agencias especializadas: FAO OMC) etc., capaces de responder de manera eficaz a los retos y desafíos de los próximos veinte años. Las reformas de todos estos organismos e instituciones son totalmente necesarias. No hay que esperar por más tiempo. España, gracias ahora a su presencia en el G20, puede y debe ser un actor con peso e influencia a la hora de delinear el nuevo orden internacional. [Miguel Ángel Moratinos Cuyaubé (Madrid, 1951) fue ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación (2004-2010) y representante de la Unión Europea para el proceso de paz árabe-israelí (1996-2003). Con un amplio currículo como diplomático, ha sido, entre muchas otras cosas, diputado socialista por Córdoba desde 2004].  
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