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¿Cuál es nuestro Neruda?

¿Cuál es nuestro Neruda?

jueves 12 de julio de 2007, 20:14h
A 103 años del natalicio de Pablo Neruda –nació el 12 de julio de 1904, en Parral- casi no hay nada nuevo que decir sobre su poesía y su vida. Es el más universal de los chilenos y uno de los mayores poetas del idioma español de cualquier época. Sus lectores se renuevan aunque es probable que su poesía sufra de las erosiones de los cambios de época y de los nuevos sonidos de algunas modas que se marchitan como las flores. Neruda permanece y renace como todas las grandes voces que expresaron la eternidad de los sentimientos humanos, el espíritu de una época, la majestad cósmica, la lucha por la felicidad, las turbulencias de la existencia y el triunfo de los sueños.

Publicó 48 libros en sus 69 años terrenales. A estas alturas podríamos preguntarnos ¿cuál es el Pablo Neruda que celebramos? Son muchas las estaciones de su poesía y en cada una de ellas hay relámpagos del corazón, caídas hacia el abismo, estremecimientos, cantos de epopeyas y alegrías, exaltación de la materia y de las cosas más simples, crónicas encendidas de la época y los acontecimientos que vivió.

Apareció como un joven de provincia que venía a cantarle a las reinas de la primavera, a expresar un “Crespusculario” desde la ventana de una pensión para estudiantes pobres, a contar las heridas de sus amores juveniles en “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”, que se convirtieron con el paso de los años en una especie de devocionario de los enamorados de todo el planeta. No quería ser sólo un poeta romántico. La poesía necesitaba de otros lenguajes y escribió entonces “El hondero entusiasta” y “El habitante y su esperanza”, su única novela poética.

Quería vivir en otros ámbitos. Era un joven sin más recursos que un talento sin salario. Deseaba explorar el mundo y consiguió un vago cargo de cónsul honorario en la desconocida ciudad de Rangún, en Birmania. Allí la incomunicación y la soledad le dieron un nuevo giro a su poesía. Escribió “Residencia en la tierra”, una obra genial sobre la desintegración, el hastío, la desesperanza. Le llegaban los ecos lejanos del surrealismo y su lenguaje fue diferente. Sus imágenes parecían herméticas y alegóricas y expresaron la angustia existencial, el mundo subterráneo de las sensaciones y el desarraigo, el anhelo de una realización humana. Algunos lectores señalan a “Residencia en la tierra” como la cima del genio nerudiano. Y otros prefieren los celebrados “Veinte Poemas”. Pero ambas obras son sólo el cierre de una etapa y el comienzo de otra.

En España sucedió a Gabriela Mistral en su nuevo cargo consular. Eran los días bullentes de la República. Fue saludado por García Lorca como “un poeta más cerca de la sangre que de la tinta”. Su pletórica existencia allí fue interrumpida por el brutal asalto del fascismo. Y entonces escribió “España en el corazón” y dijo que “el mundo ha cambiado y mi poesía también”. Invitó a “ver la sangre por las calles” y emprendió la tarea concreta de organizar el viaje del Winnipeg para traer a Chile a dos mil refugiados republicanos. Desde entonces el combate al fascismo fue el norte de su acción y de su poesía. Vivió en México casi toda la tragedia de la Segunda Guerra Mundial y allí gestó la mayor parte de su monumental “Canto General”, cuyos protagonistas son los héroes latinoamericanos, la historia, los ríos, los volcanes, la majestad misteriosa de Machu Picchu, los grandes protagonistas de la historia de Chile y también los sátrapas y traidores a sus pueblos. Fue senador comunista, burló a sus perseguidores atravesando a caballo la cordillera. Reapareció en París, siendo saludado por Picasso.

Y regresó a sus poemas de amor con “Los versos del capitán” y “Cien sonetos de amor”. Quiso que su poesía fuera entendida y disfrutada por todos y en “Odas elementales” sus temas fueron las cebollas, el caldillo de congrio, el agua, el aire, los calcetines, las sustancias terrestres. Su inspiración y su voluntad poética no se agotaron jamás. Fue precursor de la anti-poesía con “Estravagario”, entregó su visión del mundo de post guerra con “Las uvas y el viento”, narró sus vivencias en “Memorial de Isla Negra”. Y todavía en sus últimos días y después del Premio Nobel, redactó en prosa un esbozo de sus memorias en “Confieso que he vivido”. Dejó también siete libros inéditos que reflejan algunos quebrantos, las intuiciones de la muerte y de lo que ocurría en el mundo. Algunos se llaman “La espada encendida”, “El libro de las preguntas”, “Aún”, “El corazón amarillo”, “2000”.

¿Con cuál Neruda nos quedamos? Creo que con todos. Cada uno de sus libros es como el espejo de un gran poeta y de una conciencia que afirmó: “No puedo sin la vida vivir y sin el hombre ser hombre”. Fue un mago de las palabras y una voz del ser humano.

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Luis Alberto Mansilla
Periodista
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