Minorías sí, mercadeos no
jueves 19 de julio de 2007, 11:48h
Aún no había acabado el señor Rajoy de hacer la declaración respecto a su idea de estudiar la reforma del sistema electoral, cuando se le han lanzado desde todo el espectro político directamente a la yugular.
Nadie que sea mínimamente riguroso a la hora de analizar el panorama político de los ayuntamientos, las Comunidades y de España, puede negar la necesidad de hacer una reforma de la Ley Electoral.
Otra cosa distinta es el momento en el que se debe de analizar y tomar decisiones respecto a la reforma de la citada Ley, pues desde luego creo que nadie, incluido el señor Rajoy, piensa que a ocho meses de unas elecciones generales es el momento de abrir este melón.
El señor Rajoy, según he podido leer, lo que propone es que se estudie la reforma de la Ley, pero desde luego en absoluto lo propone dentro de su actual programa electoral.
El 14 de mayo ya publiqué mi opinión respecto a la necesidad de reformar la Ley Electoral, pues desde luego no tiene ningún sentido que por ejemplo un partido como IU con 1.269.532 votos sólo tenga 5 escaños en el Congreso, mientras que por ejemplo el PNV con 417.154 votos tiene 7 escaños.
Los partidos nacen minoritarios con vocación de ser mayoritarios, por lo que siempre he creído que esa aspiración a conseguir algún día una mayoría superior a la de los demás partidos, que le permita gobernar, debe ser un acicate en sus planteamientos y en su forma de hacer política. Cuando mejores propuestas haga a la ciudadanía y mejor demuestre el cumplimiento de su programa y la defensa de sus ideas, más posibilidades tendrá de que los ciudadanos conozcan y valoren su actividad política y, por lo tanto, en un futuro le voten.
Considero imprescindible la existencia de las minorías, pues es la única forma de que los distintos puntos de vista y aspiraciones de los ciudadanos puedan tener reflejo en los Parlamentos, pero desde luego con lo que no estoy de acuerdo es con que las minorías se consideren con derecho a gobernar mediante extrañas alianzas o pactos.
Una minoría lo normal es que esté en la oposición y que a lo largo de su trabajo en la oposición vaya, año a año y elección tras elección, ganándose la confianza hasta conseguir incrementar de manera considerable el número de votantes y, por lo tanto, dejando de ser minoría, pero desde luego lo que no es de recibo es que las minorías se empeñen en ser minorías, hasta el punto de hacer extrañas coaliciones políticas cuyo único motivo de existencia sea la supervivencia política.
Desgraciadamente, coincidiendo con las declaraciones del señor Rajoy, en la Comunidad Valenciana se ha vivido un episodio con la coalición llamada el Comprimís.
Por si ustedes no lo recuerdan, el Compromis es una coalición que se formó entre Esquerra Unida del País Valencià, el Bloc Nacionalista Valencià, Els Verds del País Valencià, Els Verds Esquerra Ecológica del País Valencià, e Izquierda Republicana, que ha conseguido 6 diputados de 99 en Les Corts Valencianes. Ninguno de estos partidos a titulo individual y de acuerdo con la ley electoral de la Comunidad Valenciana, habría conseguido representación parlamentaria, pues en ningún caso habrían llegado al 5%, motivo por el cual hicieron una coalición cuyo único objetivo está empezando a demostrarse que era la supervivencia electoral, pues, desde luego, en la primera oportunidad que han tenido en algo tan sencillo como es la elección del vocal que les represente en el consejo de Radio Televisión Valenciana y que, además, ya estaba pactado pre-electoralmente, las discrepancias se han puesto de manifiesto, hasta el punto de llegar a presentar dos posibles candidatos.
Las minorías generalmente son minorías por defender unos planteamientos ideológicos mucho más extremos que los mantenidos por los partidos mayoritarios y, por lo tanto, lo normal es que gobierne aquel que más votos tenga, porque es el que de alguna manera representa los intereses de un mayor número de ciudadanos, generalmente centrados y alejados de posiciones extremas, bien apoyado por otros partidos que tengan un programa político que sea compatible, o bien gobernando en solitario porque tengan suficiente mayoría o porque lleguen a acuerdos puntuales y programáticos en algunas cuestiones que podríamos considerar casi de Estado.
Lo que no se puede comprender es que, en determinadas circunstancias, se formen extrañas alianzas cuyo único objetivo sea gobernar, quitando esa responsabilidad a partidos que han conseguido mayorías casi absolutas.
Mi reflexión tras analizar los últimos acontecimientos es que con estas extrañas alianzas que la actual Ley Electoral posibilita, estamos corriendo el riesgo de que cada vez la participación de los ciudadanos en los procesos electorales sea menor, pues ya son muchos los que piensan que para qué voy a ir a votar si después como mi opción no va alcanzar la mayoría absoluta, no se van a poder defender el programa político y las ideas que a mi me gustan y, por lo tanto, no quiero participar en ese espectáculo.
No se si será el 30%, el 40% o la cifra que finalmente se decida, o cualquier otra propuesta para reformar la Ley Electoral, pero lo que sí que me gustaría, y desde luego en la medida que pueda seguiré defendiéndolo y apoyándolo, es que a partir de marzo de 2008 los partidos se pongan con inteligencia y generosidad a analizar lo que está pasando en España y traten de resolver los problemas mediante una adecuada reforma de la Ley Electoral.