El proceso de negociación con ETA está estancado, la subida de las hipotecas crea incertidumbre sobre el futuro económico de muchas familias, el paro sigue aumentando, la mayor parte de los ministros están quemados y el Gobierno ni siquiera tiene unos socios parlamentarios que le permitan legislar para cumplir con el programa con el que concurrió a las últimas elecciones. Así que no es de extrañar que el rumor en alza en los corrillos políticos madrileños sea el de que Zapatero se está pensando disolver las Cortes en cuanto pasen las vacaciones de Navidad y convocar nuevas elecciones para el próximo mes de marzo.
Si no lo hacen, argumentan los partidarios de esta medida o quienes la consideran casi inevitable, el PSOE irá a las elecciones municipales y autonómicas del mes de mayo en posición de virtual perdedor. Imaginen una campaña electoral en cualquier capital española fuera del País Vasco o Cataluña en la que el candidato socialista se vea sobrepasado por las noticias de que Batasuna se presenta en los municipios vascos con su nombre o con otros, ETA vuelve a cometer atentados y la carrera autonómica para blindarse ante los vecinos de la Comunidad de al lado continúa imparable. Las encuestas de que disponen los dos grandes partidos predicen que en esas circunstancias el PSOE no estaría en situación de arrebatar al PP ningún Ayuntamiento o Comunidad de importancia.
El problema, para Zapatero, es que esas mismas encuestas suponen una luz roja para su propia reelección. Su popularidad y sobre todo su credibilidad están a la baja y, pronostican los sondeos, muchos votantes socialistas podrían abstenerse ante la falta de entusiasmo que les provoca su líder. El presidente, que siempre ha sido osado, tendría que arriesgarse a dar un importante golpe de efecto, como podría ser convocar una cita electoral convertida en plebiscito sobre el proceso que él llama de paz. ¿Se atreverá? La respuesta, cuando pasen los Reyes.