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Raíces emprendedoras

jueves 02 de agosto de 2007, 11:42h
Desayunar, conducir una hora o más de camino al trabajo, comprar lo necesario en la ciudad, coger el coche de vuelta, recoger a los hijos, cena rápida y a la cama. Numerosas mujeres que se han ido a vivir a los pueblos han dicho basta al estrés y se han buscado la vida en su lugar de residencia.
Es el perfil de los neorrurales: familias que, en muchos casos, no pueden acceder a una vivienda en la ciudad y fijan su residencia en una localidad a varias decenas de kilómetros de su lugar de trabajo. Al cabo de una temporada de desplazamientos interminables, deciden que trabajar cerca de su casa les proporcionará una mayor calidad de vida. Y, en la mayoría de los casos, montar una empresa es la mejor opción.

A ellas se dirigen las actividades de incentivación de la Cámara de Comercio, cuyo delegado en la zona norte, Luis Suárez, asegura que en estas zonas "cada vez hay más inquietud emprendedora". "Además, en muchas de estas zonas rurales, las infraestructuras son deficientes, y una salida para muchos es montar su propio negocio", explica. La Cámara asesora a numerosas mujeres, ya que "hay un miedo evidente porque aquí no hay muchos habitantes, pero la imaginación y el poder dar algo novedoso está por encima. Deben saber que se puede hacer algo interesante y un negocio imaginativo".

Y eso fue precisamente lo que hizo Pilar Barrientos. Cuando la idea de La Casa del Jabón empezó a rondarle por la cabeza, tenía dos hijas pequeñas, alergia a la mayoría de los cosméticos y un puesto relacionado con la informática en una empresa de la capital. Decidió que quería cambiar de vida y, al poco tiempo, lo dejó todo y se lanzó. No fue fácil: tuvo que marcharse a Marsella a formarse y realizar una cuantiosa inversión, pero ahora se dedica a fabricar sus propios productos naturales, que vende en un centro comercial. En el taller, situado en Torremocha del Jarama, experimenta con el jabón, idea nuevos tipos de cosméticos y crea adornos, formas y texturas con un sinfín de aromas y colores. "Hay días que me gustaría tirar el teléfono a la basura, pero yo me siento, me pongo a decorar con el jabón y soy feliz. Desconecto de todo, es como una terapia", asegura.

Merece la pena, pero conlleva su esfuerzo. "Antes, cuando estaba empleada por cuenta ajena, trabajaba mil horas; ahora trabajo mil doscientas. El horario es complicado y ser empresaria lleva su tarea. Por un lado es agobiante porque parece que no terminas y te faltan horas; es un trabajo muy meticuloso, y yo lo soy más. Cuando empiezas a decorar una pieza, si no te queda bien la desmontas otra vez, la desechas, y le vas haciendo tu control de calidad según la vas haciendo, pero yo soy feliz haciendo cosas nuevas y diseñando, y todos los días invento algo", sonríe.

Pilar pertenece a la Red de Empresarias de la Sierra Norte. Sus compañeras regentan negocios de todo tipo, desde casas rurales y restaurantes hasta una autoescuela o actividades relacionadas con la atención a personas dependientes, pasando por el 'shiatsu'. "Y qué buena terapia nos hacemos entre nosotras. El miedo de una empresaria es no saber a quién acudir en un momento dado, y lo tenemos todas. Cuando trabajas por cuenta ajena, tienes un jefe a quien pedir soluciones, pero estando aquí sola, ¿a quién acudes? Te dicen: 'Consúltalo con la almohada'. Pues la mía no habla", ironiza.

Suárez se dedica, precisamente, a poner voz a las almohadas de aquellas que aún no se han decidido, o a las de quienes necesitan asesoramiento cuando atraviesan un mal momento. Las jornadas que organiza la Cámara en las zonas rurales tienen un público cada vez más numeroso, de personas con ideas, que, como Pilar, podrían ver materializadas en un nuevo negocio de la zona. "Está viniendo mucha gente que no quiere tener que ir a Madrid todos los días. Además, hay ayuntamientos muy preocupados por relanzar la zona y por que la gente encuentre su puesto de trabajo en el lugar donde vive", corrobora Pilar. "Yo creo que la gente debe vivir del lugar en el que reside. Hay quien viene a la sierra y baja todos los días a Madrid, y aquí lo único que hace es dormir y tirar la basura. Ni siquiera se empadrona. Si todos lo hiciéramos, y nos buscáramos aquí las lentejas, habría mucha más calidad de vida", sentencia.
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