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Un maravilloso capricho

Un maravilloso capricho

· Viaje al hotel Marqués de Riscal y visita a sus bodegas en Elciego, Alava

martes 07 de agosto de 2007, 09:56h
Cuando todos se dirigían a las playas del Sur nosotros decidimos irnos al interior, a la Rioja Alavesa. Queríamos conocer el hotel que el arquitecto canadiense Frank Gehry (autor del museo Guggenheim) había hecho para Marqués de Riscal en la localidad de Elciego, junto a Laguardia y muy próxima a Cenicero, en pleno corazón vinícola riojano,y que se inauguró el otoño pasado. Y acertamos en la elección.
Cuando uno llega a media mañana a la finca y al subir la cuesta, descubre el edificio, no le queda más remedio que pararse a admirarlo. Es impresionante. Una locura. Un capricho absolutamente rompedor en un medio tan tradicional de nuestro país como es un viñedo. Una obra de arte.

El voladizo, las ondas que adornan el exterior, está hecho en tres colores: rosa oscuro -para simbolizar el vino tinto-, planteado -para recordar las etiquetas de las botellas de Marqués de Riscal-, y dorado -en honor a la malla que se pone a las mejores botellas de la bodega-. Lo mires desde donde lo mires por fuera, te sorprende. Y el interior, aunque menos espectacular, no desmerece. Especialmente si consigues una de las 14 exclusivas habitaciones del edificio Gehry, Y si ya es la número 2, no tengo palabras para contarlo. Porque el hotel tiene otro edificio al lado con unas 40 habitaciones más, pero claro, no es lo mismo. Cuando entras en la número dos, ves una habitación en la que no falta ni un solo detalle, sin ostentación, elegante. Su amplio ventanal está bajo una de las estructuras del voladizo de la puerta principal del hotel. Lo que te hace sentir más cerca de la obra de Gehry. Y de frente la magnifica torre renacentista de la iglesia de San Andrés. Dicen los vecinos de Elciego, que, tras Gehry, las bodas en San Andrés se han multiplicado. Y no me extraña, cualquier excusa es buena para ir hasta allí.

Bueno, pasada la primera impresión, hicimos la visita a lo que llaman la Ciudad del Vino de Marqués de Riscal. Merece la pena. Especialmente atractivos son el botellero y la bodega de mediados del s. XIX, las primeras construcciones de la finca. Y también la parte más reciente, el botellero situado justo debajo del hotel, proyectado también por Gehry aprovechando los 3 pilares que sostienen el edificio. En la visita te explican, como en todas las bodegas que se pueden visitar, todo el proceso: desde la llegada de la uva, pasando por su selección,.... en fin todo lo que usted siempre quiso saber sobre el vino y nunca se atrevió a preguntar. Merece la pena. Siempre se aprende algo. Los 12 euros por persona de esa visita incluyen una degustación final de un blanco y un tinto. el blanco, aunque no suelo ser mi favorito, mejor que el tinto que ofrecen en esa degustación.

Y ya que estábamos por la zona nos fuimos a comer a Laguardia, a la Posada Mayor de Migueloa. Otro acierto. En una bellísima casa de la calle Mayor se sitúa este estupendo restaurante regido por Meri Huergo. La cocina, excelente. Muy recomendable, como es lógico en la zona, la menestra. Nada que ver con ese mismo plato cuando se pide en el resto de España y que piensan y tratan como si fuera una comida para enfermos del estómago. Nada que ver con lo que los cocineros modernos llaman “crudite” y que no es más que un hervido de verduras que dejan duras. Con la que dan en Migueloa se te saltan las lágrimas. Y no es que no nos guste la nueva cocina, es que en ese sector se esconde mucho fraude.  Buenísimos también los espárragos, y el pescado fresquísimo, aunque no estemos en puerto de mar. Y qué decir del vino de la casa que tiene bodega propia desde mitad del s. XVII. Una botella para dos se te queda corta, querrías llevarte una caja para casa. La posada, además,como su nombre indica, tiene habitaciones muy agradables para alojarse.

Después de comer, de vuelta al hotel, ya saben eso de “la comida reposada”.... En el Gehry descubres muchas posibilidades. Todo tipo de tratamientos en el Spa a base de vino, claro: cura de relajación, tratamientos faciales, masajes.... todo lo que puedas imaginar. O bien puedes darte un baño en la coqueta piscina interior y luego descansar en un agradable solarium, rodeado, como todas las instalaciones del hotel, de las viñas. Eso te deja el cuerpo listo para la cena.

Y llega la hora de la cena en el magnífico restaurante que lleva el chef Francis Paniego. Recomendamos el menú degustación. Excelente cocina moderna, con una cuidadosa elaboración y muy buena materia prima. El personal, cosa rara en estos tiempos, muy bien preparado y de trato fantástico para que el cliente se crea y se siente exclusivo. Eso sí es caro, bastante caro. El menú cuesta 85 euros por persona, sin IVA, pero ya que es el capricho de las vacaciones.....

Luego puedes tomar una copa en la terraza de la tercera planta, un lugar muy agradable al que se accede pasando por la sorprendente biblioteca de la casa, dedicada exclusivamente al vino. Lo puedes encontrar casi todo.

Y de vuelta a la habitación, únicamente una pega, por poner alguna, se echa de menos que el magnifico ventanal no se pueda abrir para dormir arropado por el silencio del campo.

Cuando sales por la mañana te vas con la sensación de que ha merecido la pena, a pesar de que es un capricho muy caro. La tarifa por habitación y desayuno es de entre 600 y 700 euros, sin IVA.  Lástima que el personal de seguridad, que impide que la gente no alojada pueda visitar masivamente el hotel, no aprenda de los modales exquisitos del personal hotelero…

Así que te despides haciendo las últimas fotos del edificio, pensando en volver alguna otra vez..... Y regresas a la realidad: el inevitable atasco hacia el Sur.
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