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La Virgen de la Paloma

viernes 10 de agosto de 2007, 00:59h

El centro de Madrid es una fiesta estos días, cuando estamos a punto de pasar el ecuador de agosto, y los calores ya son más soportables. Estos duraron siete días, como las plagas egipcias de la antigüedad, y menos mal que una ministra nos advirtió de que este verano iba a ser largo y con temperaturas máximas históricas. No obstante, comparto su opinión de que cualquier época del año es buena para ahorrar y mirar por el agua.

San Cayetano, San Lorenzo y La Paloma, o lo que es lo mismo Embajadores, Lavapiés y La Fuentecilla, son fiestas marcadas en rojo en el calendario de todo buen castizo. Manolas y chulapos pasean con estilo altivo su madrileñismo por sus calles, por las calles de sus barrios, a semejanza de lo que hacen determinados políticos locales en las fiestas de San Isidro, allá por el mes de mayo, sobre todo cuando estas coinciden con período electoral.

Ellos y ellas, el pueblo llano, son conocedores de que, desde sus corralas de Lavapiés hasta los rascacielos de la Castellana, constituyen la esencia más sagrada de una ciudad, capital de la Corte, que aspira a ser grande entre las grandes. Sin embargo, esta ciudad, que un día fue villa, va evolucionando. Basta con dar un paseo por Mesón de Paredes, Argumosa o Cascorro para comprobar la identidad de sus nuevos vecinos, que conviven con los de toda la vida.

La inmigración ha facilitado que la tradicional 'limoná' se pueda degustar en un bar o terraza del distrito de Centro junto a un cafetín donde se sirve té verde con hierbabuena acompañado de media docena de pinchos morunos, mientras que en establecimientos aledaños se siguen vendiendo rosquillas o churros con chocolate. La música también ha cambiado, ya que estos días se pueden escuchar en la zona desde ritmos étnicos, muy innovadores por cierto, hasta los organillos y chotis de toda la vida.

Hablando de música. Si los maestros Ricardo de la Vega y Tomás Bretón vivieran en la actualidad, seguro que el boticario Don Hilarión cantaría en la zarzuela 'La verbena de la Paloma', más o menos, esto: "Una chinita y una mulatita, las dos hijas del pueblo de Madrid...". Y no descarto que 'Doña Francisquita' fuera ahora una caribeña que llegó a Madrid en busca de su particular "dorado" o que 'El barberillo de Lavapiés' sea un exiliado de algún país marcado por la guerra o el terrorismo internacional.

El escritor y cronista de la villa Pedro Montoliú explica en su libro 'Fiestas y tradiciones madrileñas' que si la Virgen de la Almudena "fue nombrada oficialmente patrona de la Villa y la de Atocha recibió el título de patrona de la Corte, la Virgen de la Paloma, de mucha menos antigüedad que las anteriores, fue elegida oficiosamente por el pueblo como 'su' patrona". Así es Madrid y así queremos vivirla; desde la diversidad, la pluralidad, la tolerancia y el respeto mutuo.

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