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La Presidenta y su gabinete

La Presidenta y su gabinete

viernes 17 de agosto de 2007, 23:37h
A veces los grandes pasos se dan en silencio. Sin estridencias y sin grandes anuncios previos. Simplemente se hace lo correcto en el tiempo oportuno.

Puede que uno de esos momentos lo haya dado Michelle Bachelet al convocar a su gabinete a una jornada de trabajo extensa, el lunes 13, en Cerro Castillo.

De las reuniones a puertas cerradas no salen los detalles de las discusiones, pero tienen la virtud de que sus conclusiones sustanciales trascienden de cualquier modo.

Y lo que se ha trasmitido es que la Presidenta hizo un llamado a la unidad, que pidió a sus colaboradores mayor afiatamiento y coordinación, y que llamó a un mayor despliegue del Ejecutivo por el país, para lo cual debe mejorar la comunicación de Gobierno. Es en estos aspectos donde se han centrado los comentarios de la prensa. Sin embargo, todo esto ha de ser muy importante, pero no parece ser lo fundamental.

No ha de ser casual que en este encuentro se reuniera la plana mayor del Ejecutivo para tratar de modo integrado la gestión política, la gestión de gobierno y la gestión comunicacional. Algo que no tiene nada de rutinario.

En realidad, lo que no se puede perder en lo anecdótico es que Bachelet reafirmó el relato central de gobierno, con un nítido énfasis en la inclusión ciudadana y la protección social, la política de desarrollo y el propósito de expandir la ciudadanía.

La ganancia neta que se ha conseguido con este encuentro se relaciona, antes que todo, con la reafirmación de la unidad de propósitos y de la identificación de una carta de navegación que asigna tareas relevantes a cada integrante del gabinete.

No son los segmentos por separado lo que ha de importar, cuando la primera línea del Ejecutivo analiza en conjunto lo medular de la agenda legislativa, le toma el pulso a la ejecución presupuestaria, evalúa el panorama económico de aquí a 2010, el estilo de Gobierno, el estado de avance del proceso de descentralización y su estrategia en comunicaciones.

Ordenarse para ordenar

Lo que ha ganado la administración Bachelet con este encuentro es sentido de urgencia en la acción que emprende. Y esto no es otra cosa que una conciencia más aguda sobre las limitaciones propias de un Gobierno corto, que debe abocarse directamente a lo medular, sin caer en distracciones, sin dispersarse en micro tareas ni buscar refundaciones inviables.

El tiempo disponible para cumplir con las tareas comprometidas es breve, las demoras se pagan caro y los errores, todavía más. Del mismo modo la excelencia en la gestión también termina por ser reconocida y es a la mejor gestión posible a lo que hay que apostar.

Porque algo muy importante a considerar en este caso es que el autodiagnóstico oficialista parte de una fuerte reafirmación de lo acertado y pertinente que resulta ser el programa de Gobierno que fue ofrecido al país durante la campaña presidencial. No se pretende cambiar las promesas, sino cumplirlas a cabalidad.

Ya se no trata de responder ante una amplia variedad de expectativas difusas, tal como pudo haber ocurrido al inicio. Ahora de lo que se trata es de dar cuenta de la calidad de la acción pública que se implementa y de mostrar avances concretos en las áreas más sensibles.

No por nada la capacidad de resolver problemas se asocia fuertemente con la posibilidad efectiva de dar gobernabilidad, y esto último ha sido siempre la única diferencia reconocida en favor de la Concertación.

Cuando se depende de la calidad de las propias acciones, la presentación de un frente unido es indispensable. Hay que ordenarse para ordenar. En caso contrario la situación siempre será precaria, no importando cuántos logros objetivos se estén consiguiendo.

Nunca puede considerarse como algo positivo, para quien ejerce el poder, el hecho de que alcancen un destacado protagonismo los más diversos conflictos, sea que éstos provengan desde dentro o desde fuera. Al Gobierno le conviene que se hable sobre lo que hace, sobre logros y avances y sobre temas de su agenda.

Como es obvio, el camino ha ser el de perseverar en el buen trabajo compartido. En política, toda actitud es factible de ser cultivada, tanto las positivas como las negativas. No es un asunto de magia, sino mucho trabajo de equipo acumulado. Y está claro que lo que se pide es consistencia y perseverancia en las señales políticas emanadas de La Moneda. Tal vez sea éste el último eslabón que falta para recuperar posiciones.

El despertar ciudadano

Es posible comprobar que nunca antes se había presentado un escenario en el que se tuvieran tan buenas noticias económicas, tantos éxitos sociales y, a la vez, tan confuso panorama político. Una situación que puede mejorar mucho con una mejor coordinación de Gobierno, una sincronización virtuosa de sus principales vocerías y un mayor espíritu de cuerpo que resulte visible desde fuera.

Oportunidades como ésta hay que saberlas aprovechar. Los resultados que se pueden alcanzar no están en dudas, y para tener una idea de lo que se puede lograr reforzando la cooperación mutua, basta con ver cómo se reaccionó en el caso de la interpelación en la Cámara de Diputados a Belisario Velasco.

Se pudo observar que el gabinete enfrentó unido el interrogatorio y que el ministro del Interior representó al colectivo de Gobierno al responder toda clase de preguntas. En situaciones como ésta se distinguen dos bandos básicos, lo que hace que cada cual reconozca filas por sobre sus tendencias a la diferenciación. No se sabe cuánto aporta el debate, pero sí que cada cual está obligado a confirmar su posición dentro de un conglomerado u otro.

Da la impresión de que la ciudadanía es más exigente de lo que se le está mostrando en esta interpelación evidentemente agresiva.

Comienza una época de diálogo, que se impone a las estrategias parciales destinadas a promover las confrontaciones de superficie. Todo esto no ocurre porque los profesionales de la política lo hayan querido o porque sea esto lo que beneficia a la candidatura de oposición. Ocurre porque los ciudadanos están más interesados en las discusiones de fondo y no se entretienen en el show cotidiano que se les prepara para condicionar su conducta.

Las estrategias demasiado elementales simplemente no se sostienen; por lo mismo, el conglomerado de oposición no está siguiendo un camino común, sino que se está distinguiendo por sus conductas disímiles por partido y hasta por líderes importantes.

A decir verdad, la derecha no se ha caracterizado por su capacidad de tomar decisiones innovadoras de manera conjunta. De estar en condiciones de hacerlo, hubiera podido tomar la iniciativa en más de una oportunidad y no lo ha logrado en ninguna.

La derecha está compitiendo en su interior y eso no permite respaldar una conducta unitaria, por más que lo intente conseguir mediante la agudización de la polémica de trinchera, tal como parece ser la intención de fondo en el caso del anuncio de la acusación constitucional contra Belisario Velasco, que ha promovido particularmente la dirección política de la UDI.

Lo cierto es que asumir la estrategia del “desalojo” no puede ser de beneficio parejo para todos en la oposición. La radicalización pone en ventaja a los duros, no a los dialogantes.

El ambiente electoral gana terreno en todos, mientras la derecha extrema posiciones y el Gobierno busca ordenarse. Dentro de poco se verá quién está sintonizando de mejor manera con la opinión pública.

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Víctor Maldonado
Analista político
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