La batalla entre los dos principales partidos de Castilla-La Mancha por situarse al frente de la presidencia de la Junta de Comunidades se vislumbra mucho más ardua que en comicios anteriores. Los ciudadanos castellano-manchegos se encuentran ya ante un clima de máxima beligerancia entre PSOE y PP, una tesitura en la que cualquier situación de conflicto puede ser empleada como arma arrojadiza hacia el contrario, un objeto contundente susceptible de utilizarse política e ideológicamente.
Cuando parece transcurrido el momento de mayor enfrentamiento entre ambas formaciones por sus diferentes posturas en cuanto a la polémica cuestión hidrológica, la presencia de los miembros de la oposición y la cobertura informativa de las actividades de los mismos pasan a un primer plano. El malestar estallaba la pasada semana, cuando miembros del Partido Popular denunciaban una “patrimonialización” por parte del Ejecutivo regional del Palacio de Fuensalida al no invitar a la presidenta regional del PP a los actos organizados para conmemorar el aniversario de la Constitución, lo que ha sido considerado por la portavoz del PP regional, Carmen Riolobos, como “una descortesía y racanería que no tiene precedentes”.
El hecho, según Riolobos, se enmarca dentro de la “estrategia” para evitar “que las actividades de María Dolores De Cospedal salgan en los medios de comunicación públicos". "Como la tienen miedo, la están vetando" algo que "no vamos a permitir”, aseguraba la portavoz este lunes.
No sabemos si será cierta o no la existencia de ese “miedo” ante el tímido avance de los populares que apuntan las encuestas llevadas a cabo hasta el momento, de las que este periódico ha venido dando debida cuenta. Lo cierto es que a estas alturas (a tan sólo cinco meses de las autonómicas) sería deseable un mejor clima entre ambos bloques, aunque tan sólo fuera de cara a la galería. En ocasiones, ello contribuye a ganar guerras, y no sólo batallas.