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Mi maldita cabeza

viernes 14 de septiembre de 2007, 20:57h
Esta columna podría haberse titulado también "la chica del chiringuito" o "mis coj..." o muchas otras lindezas de este tipo con las que nos viene obsequiando la Dirección General de Trafico en sus campañas. Y como ahora resulta que odas esas campañas las firma nada menos que el Gobierno de España, pues la verdad, me acoquino. Una cosa es que no esté muy de acuerdo con tanta promesa social de dentistas gratis, casas para todos, euros por tener hijos y una Ley de dependencia que duerme el suelo de los justos, y otra bien distinta que el Gobierno de España diga que mi pobre cabeza es una maldición.

Yo todo me lo tomo muy al pie de la letra y solo me he sentido realmente aludido y conturbado en dos ocasiones: cuando el Corte Inglés dijo que yo era su inspiración y ahora con la DGT. Lo de los grandes almacenes me producía una responsabilidad estética: ponía la radio de mañana y decían: "Tú eres la inspiración del Corte Ingles" y me levantaba y me veía en el espejo y tentado estaba de llamar a don Isidoro para que me eximiera de semejante responsabilidad, más que nada por el bien de su negocio.

Ahora me pongo a ver a ver la tele y unos tipos duros y siempre cabreados me dicen que me ponga el casco o el cinturón "por la chica nueva del chirigüito" o que lo haga "por mis coj..." o para no romperme mi "maldita cabeza". Y luego el acoquine: "Gobierno de España". Y me imagino al Consejo de Ministros discutiendo sobre el chiringuito al que no voy, sobre si mi cabeza es o no maldita y, lo que es mucho peor, sobre mis partes blandas y sensibles. Y si al menos me lo dijeran bien, en buen tono... pero es que encima siempre están enfadados.

Las campañas de la DGT siempre han sido polémicas, pero nunca se ha demostrado que hayan sido positivas. El problema, pues, no debe estar en la campaña misma, sino antes, en la santa infancia, en las actitud de la autoridad, en la coherencia a la hora de la disuasión, en la seriedad de las leyes, en la señalización de las carreteras, en la pintura del asfalto, en los puntos negros... Pero parece más fácil echar la culpa a mis partes que ponerse a trabajar en serio y revisar de paso ese monopolio extraño de las auto-escuelas que enseñan a aprobar pero no a conducir.

¿De verdad pensará ZP que tengo la cabeza maldita?
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