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Una mirada

Una mirada

lunes 07 de noviembre de 2011, 09:08h
    A pesar del ritmo vibrante que impone la actualidad  (ayer domingo: tercer día de la campaña electoral, jornada de fútbol desde las doce de mediodía hasta las doce de la noche con  60 millones de chinos contemplando el Real Madrid-Osasuna por la televisión, la pertinaz erupción volcánica en el océano frente a la costa del Hierro, la crisis europea con epicentro en Grecia, etcétera)...bueno, pues a pesar de todo eso no queremos olvidar una escena que siempre será una escena conmovedora y palpitante,  y que nos negamos a abandonar en el baúl de la memoria. Nos referimos a la mirada de Adoración Zubeldia, viuda del concejal navarro José Javier Múgica, asesinado por ETA, a los criminales que se habían llevado por delante vilmente a su marido y que son juzgados en la Audiencia Nacional.

     Tras rememorar por segunda vez en muy pocos días las espeluznantes circunstancias en que murió su esposo, Adoración Zubeldia, antes de abandonar la sala, pidió permiso al Tribunal para "mirar a la cara a esos chicos", y después, firme en su debilidad, enérgica en su pena, humilde en su grandeza, intentó clavar su mirada en los ojos del terrorista García Gaztelu, alias "Txapote", a quien el fiscal atribuye el asesinato del marido de Asunción; pero el mafioso agachó la cabeza, intentó evitar el reproche, se amilanó como un cobarde, se acojonó como un miserable, se rindió como un manso ante la mirada firme y grandiosa de esa heroína llamada Adoración Zubeldía. Esa escena, pasados ya tres días, sigue siendo la escena del día. De anteayer, de ayer, de hoy, de mañana y de días venideros. Porque nadie les había dicho, a la cara y sin palabras, a los etarras  el enorme desprecio que produce su maldad. Nadie (y miren ustedes que hubo gestos de valor y de dignidad de muchos familiares de las víctimas) construyó  con tal brevedad y con tanta perfección un gesto de hielo y de fuego dirigido a un asesino y a sus cómplices del comando "Argala", uno de los más sanguinarios de la banda criminal. Lo que dos días antes había dicho, porque le había salido del alma, la magistrada Ángeles Murillo, y que todos entendimos, aquello de "Pobre mujer. Y encima se ríen estos cabrones",no fue más que el prólogo de la mirada triste, fatigada, honda y demoledora de Asunción Zubeldía. Una mujer fuerte que nos ha hecho reforzarnos en el convencimiento de que los etarras, además de unos asesinos, son unos cobardes. No les tiembla el pulso cuando manejan con un mando a distancia una bomba o cuando disparan por la espalda con una pistola, mientras un coche con el motor encendido les está esperando para huir. Pero estos matones no aguantan la carga de verdad y de coraje del gesto, sin plomo y sin discursos, de una mujer que les ha arrancado la máscara con una mirada; con sólo una mirada que ya está en la Historia.
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