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Pepe Griñán y los 40 ladrones

Pepe Griñán y los 40 ladrones

lunes 09 de enero de 2012, 18:18h
Todo sabíamos desde hace tiempo las andanzas del ex director general de Empleo, Francisco Guerrero, y su descaro con el que autodenominó como "fondo de reptiles"; dotado con la escalofriante cifra de 647 millones de euros; todos sabíamos que la Junta de Andalucía daba subvenciones millonarias a gente "de la cuerda", entre ellos los que cobraban pólizas por expedientes de regulación de empleo de empresas en las que jamás habían trabajado; todos sabíamos que las implicaciones de algunos altos cargos de la Junta, entre ellos un consejero, un director general y un delegado provincial, en esta trama de corrupción, debería de haber sido conocida por sus inmediatos superiores; todos sabíamos que el caso de los EREs fraudulentos en manos de la jueza Mercedes Alaya podía acabar como el rosario de la aurora. Si todos lo sabíamos, ¿a qué viene ahora extrañarse de que Guerrero y su chófer emplearan 900.000 euros del dinero destinado a los parados para gastárselos en casas, juergas, gin-tonics y cocaina? Lo verdaderamente raro es que lo hubiesen donado a una ONG o a obras de caridad.

El escándalo destapado con la declaración de Juan Francisco Trujillo, chofer del ex director general de Empleo, Francisco Javier Guerrero, ante la Policía sobre la facilidad que tenían (y siguen teniendo) algunos altos cargos de la Junta de hacerse con el dinero de subvenciones públicas dedicadas a otros menesteres, pone en tela de juicio toda la estructura de la Administración autonómica y la validez y capacidad de sus mecanismos de control, viciados por más de treinta años de ininterrumpido régimen monolítico. Lo malo para los andaluces no es que exista uno y cien Guerreros en la Junta, sino que no haya intervención que pueda frenarlos o, si la hay, que su labor quede en mero papel mojado por órdenes superiores. Eso es lo verdaderamente grave de este caso de los EREs que, mucho me temo, puede amargarle la campaña electoral del 25-M al todavía presidente de la Junta, José Antonio Griñán.

Ya avisé hace unos meses que nada más pasar las fiestas navideñas iban a recrudecerse los escándalos de corrupción que han venido salpicando en los últimos años a la Junta de Andalucía. No me equivoqué lo más mínimo. También avisé que esa pirámide de corrupción que apuntaba en sus autos la jueza Alaya iba a ir subiendo escalones poco a poco hasta alcanzar la cúspide que no es otra que la Presidencia de la Junta de Andalucía, encarnada bien por el actual presidente, José Antonio Griñán, bien por el ex presidente y ex ministro, Manuel Chaves. Recién pasados los Reyes Magos, el lunes, 9 de enero de 2012, ambos personajes han centrado la atención de los medios de comunicación. El primero, porque era consejero de Economía, y por lo tanto el que debía de controlarlo, cuando Guerrero hacía de las suyas en Empleo; el segundo porque vuelve a reavivarse el caso de su hijo, Iván Chaves, después de que la Policía lo señale como "eje de una red delictiva" encargada de cobrar comisiones en distintas Consejerías de la Junta y de que fuese apartado del caso sin justificación alguna el alto mando de la Udyco encargado de investigar la trama.

Malos tiempos para la lírica, que cantaba Golpes Bajos. Malos tiempos para un exquisito Pepe Griñán que esperaba afrontar el XXXVIII Congreso Federal del PSOE en Sevilla en plan estrella para salir elegido presidente en lugar de Manuel Chaves y que puede que llegue a él bajo la espada de Damocles de una posible imputación judicial. Es lo que tiene el uso y el abuso de tanto tiempo encaramado en la poltrona del poder, que por muy Alí Babá que se sea, siempre hay cuarenta ladrones que te amarguen la existencia. Va siendo hora de que la cueva de San Telmo cambie de dueño al grito mayoritario de los andaluces de "¡¡¡Ábrete sésamo!!!  
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