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La parábola de la Expo

La parábola de la Expo

martes 06 de marzo de 2012, 08:15h
Lo denunciaba hace pocos días un medio de comunicación local. La "Andalucía de los niños", abandonada a su (mala) suerte desde hace años, se deteriora a ritmo progresivo y sus maquetas de los principales monumentos andaluces se encuentran en un lamentable estado de conservación sin que ninguna administración se haya preocupado lo más mínimo en detener el desastre. Para aquellos que no conocieron la Exposición Universal de Sevilla 1992, baste decir que la "Andalucía de los niños" era un espacio situado junto a lo que ahora es el parque temático de Isla Mágica en el que se exponían maquetas de los monumentos más importantes de nuestra comunidad, desde la Alcazaba almeriense a la Catedral de Sevilla, desde Sierra Nevada a la Alhambra granadina, desde la Mezquita de Córdoba al Renacimiento de Úbeda, y desde el Tajo de Ronda al Monasterio de La Rábida onubense. Todo un recorrido en miniatura de las joyas arquitectóncas que las diversas culturas que han pasado por esta tierra nos han dejado como legado en Andalucía y que hacía las delicias de los pequeños visitantes. Junto a ellas, la reproducción de las sierras, de Doñana, de las marismas del Guadalquivir, del desierto de Tabernas con cientos de bonsais que se han perdido irremediablemente.

El abandono de la Andalucía de los niños es una completa parábola de lo que ha ocurrido en esta tierra en los últimos veinte años. Tras el boom inversor de la Expo, que fundamentalmente benefició a una Sevilla escasa de infraestructuras y nervio productivo, las distintas administraciones se han echado a dormir pensando que el esfuerzo que se hizo entonces valdría para renovar, como así ha sido, el apoyo de los andaluces al partido hegemónico que gobernaba en la Junta de Andalucía. Un partido, el socialista que no se ha preocupado lo más mínimo por continuar con el desarrollo de esta comunidad ya que sus votos estaban asegurados. El ejemplo de la Expo es sintomático. El Parque Tecnológico de la Cartuja estuvo mucho años abandonado hasta que, a finales de los años 90 del pasado siglo, algunas empresas apostaron por ubicar allí su sede. Ahora mismo es un hervidero de trabajadores pero sólo gracias a la inversión privada. Lo que resta en manos de las administraciones públicas es un absoluto erial, solares yermos, edificios en ruinas cuya reutilización en esta época de crisis es harto complicada.

Cuando uno echa la vista atrás en los últimos treinta años de gobiernos socialistas, sólo contempla una Andalucía pobre, inculta y subvencionada en la que la Junta se ha convertido en la gran empresa que da empleo, a costa de los impuestos de todos, a casi medio millón de funcionarios públicos. Por ello no es de extrañar que surgen, como setas en otoño, estelas de corrupciones en la Administración autonómica. Dicen que el poder corrompe y que el poder absoluto corrompe absolutamente, yo añadiría que el poder perpetuo que ha mantenido durante más de tres décadas el PSOE en esta tierra, ha provocado que corruptelas como la de los EREs sean un episodio más de un régimen que se pensaba inamovible y cuyas formas de actuar no han respetado ni la más mínima decencia pública. Presidentes que subvencionan empresas en las que trabajan sus hijos, consejeros que figuran dados de alta en empresas desde que nacieron; directores generales que se gastan el dinero de los parados en juergas y cocaína, gerentes de empresas públicas que confiesanno tener escrúpulos para falsificar subvenciones,...El panorama de esta Andalucía de inicios del 2012 no puede ser más desolador, sobre todo si tenemos en cuenta que somos la comunidad con la mayor tasa de índice de paro de toda Europa (un 31 por ciento), una de las más pobres de España y la de mayor índice de fracaso escolar.

Bueno, pues pese a todo, todavía son muchos los que confian que este PSOE que nos ha llevado al desastre pueda ganar las próximas elecciones autonómicas del 25-M. Tantos, que podría ocurrir que por novena vez consecutiva, consiguiera mantener la Presidencia de la Junta. Sinceramente, espero que no ocurra aunque sólo sea por higiene democrática y por comprobar si la alternativa a estas izquierdas del nuevo señoritismo andaluz son capaces de sacarnos del desastre en el que estamos sumidos. Sólo quedan veinte días para las elecciones. Esperemos que los andaluces seamos capaces esta vez de ajustarle las cuentas a todos los que han usado y abusado durante treinta años del poder que les dieron las urnas.
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