Políticos: ética y sueldos
domingo 03 de junio de 2012, 13:58h
El
conocimiento de las
indemnizaciones supermillonarias en cajas de ahorros en quiebra, los
sueldos que han venido cobrando políticos y sindicalistas en esos
consejos de administración, el despilfarro y la barra libre en el
uso de las tarjetas "de empresa" en algunas instituciones, la
posibilidad de no tener que dar cuentas de los gastos "oficiales",
el absentismo de algunos diputados o senadores que parecen no ganarse
su sueldo, la falta de transparencia en general en toda la
Administración, en empresas públicas y en muchas entidades llevan
al sentir general que políticos, banqueros, empresarios, y hasta
rectores de Universidad, cobran demasiado. Y, aunque en algunos casos
es verdad, casi nunca el debate es si el salario es razonable, si lo
merecen, si su trabajo ha sido eficaz y, sobre todo, si su
comportamiento con el uso del dinero público ha sido ético.
Si
preguntáramos a los ciudadanos, la mayoría diría que los políticos
cobran demasiado. Algunos, incluso, querrían que no cobraran y muy
pocos valorarían que profesionales con una brillante carrera
profesional, con experiencia y sueldos importantes, acepten el reto
de trabajar en la Administración por menos dinero y con un alto
riesgo de futuro. La Administración paga mal a sus altos cargos,
piense lo que piense la gente. El presidente del Gobierno cobra un
sueldo que está a años luz de sus responsabilidades. Ser ministro,
después de pasar por empresas privadas, no es una bicoca, es un paso
atrás económico. Cierto que nadie les obliga y que algunos, sin
experiencia previa empresarial, han conseguido salidas que han
engordado su cuenta corriente. Pero son los menos. Acabo de leer
quejas contra los rectores de Universidad -y mira que hay motivos-
porque cobran mucho: la presidente de la CRUE, con una larga carrera
universitaria, cobra 4.000 euros. Y les acusan de no querer bajarse
los sueldos en lugar de discutir su corresponsabilidad activa en el
fracaso de la Universidad.
Como
ofrecemos poco, la política se nutre de los partidos. Un joven
militante empieza presidiendo las Juventudes de su pueblo y acaba de
ministro sin carrera, sin haber pisado una empresa, sin ninguna
experiencia laboral en "la vida real". Todos sus méritos y toda
su carrera se ha hecho en el partido, diciendo siempre que sí a los
que mandan para seguir en la foto. Hay centenares de ejemplos.
Aquí
no tenemos una Escuela de la Administración Pública como en Francia
-tan sólo cuerpos espléndidos como los abogados del Estado o los
técnicos comerciales no siempre bien aprovechados- ni ningún
político ha propuesto lo que Hollande
en Francia: los directivos de las empresas públicas no podrán
cobrar más de veinte veces lo que gane el peor pagado de la
compañía. Este Gobierno ha bajado el sueldo de los directivos de
empresas públicas pero no ha fijado una política retributiva que
incentive el trabajo de los mejores y penalice a los que no dan
golpe. Y los ciudadanos, que protestan por los sueldos de los
políticos, aprueban que un futbolista gane 15 millones de euros o
que clubes en quiebra técnica paguen millones de euros por un
fichaje. A este escándalo por los sueldos le falta un componente
ético y le sobra demagogia y populismo.