El
ilustre
Fernando Fernán Gómez
se convirtió en 1998 en el primer actor que entraba a formar parte de
la Real Academia
Española de La Lengua. Pero,
además de un excelente actor y director
de cine, Fernán Gómez fue también un
notable novelista y autor teatral. Entre
otras, escribió
una obra, "
Las bicicletas
son para
el verano",
Premio Nacional Lope de Vega en 1978 (adaptada al cine años más tarde, en 1983, por
Jaime
Chávarri), cuyo título me viene al pelo para comentar algo acerca de estas máquinas tan simples como atractivas pero que, hace algún tiempo, estaban ya empezando
a resultarme antipáticas. Como es lógico suponer, no por ellas mismas, sino por el mal uso
que vienen haciendo sus usuarios,
a quienes hemos dado en llamar
ciclistas.
Lo
dije en estas mismas páginas electrónicas con rabia
contenida y no exenta de sarcasmo
en un artículo que titulé
"Zonas peatonales".
En
él argumentaba la cada vez más difícil convivencia pacífica entre peatones y ciclistas,
incluso en aquellas zonas llamadas
peatonales en las que, a priori,
el peatón es el rey... El rey, sí, pero destronado desde hace ya demasiado tiempo y de forma ilegítima por una verdadera mesnada de ciclistas invasores.
Nuevo reglamento
Parece
que el ministro del Interior,
Jorge
Fernández Díaz, va a volver a poner las cosas en su sitio. Hace algún tiempo, ha avanzado que el nuevo
Reglamento General de Circulación que prepara su departamento para finales de
año limitará «como norma general» a los ciclistas circular por la acera, salvo
aquellas que cuenten con un carril-bici. Vamos a ver si es cierto y si la letra
pequeña del reglamento saca
de verdad -y mucho me temo,
que en este terreno la verdad se alcanza a golpe de sanción
económica- a los ciclistas
de cualquier lugar
que no sea el carril-bici o la calzada de pueblos
y ciudades.
El
anterior gobierno socialista, poco antes de su
sustitución por el actual,
manejaba otro borrador en el
que mantenía la prioridad de los
peatones sobre los ciclistas en las aceras, pero, al mismo tiempo, planteaba
que las bicicletas pudieran circular por aceras de más de tres metros de ancho,
a una distancia mínima de un metro de la fachada de los edificios y siempre y
cuando la densidad de peatones lo permitiera. Demasiadas condiciones y
difícilmente comprobables en la vida cotidiana porque no se puede
estar con un metro en el
bolsillo, ni discutiendo con ciclistas del
nivel de concurrencia de la acera
en cada momento dado del día.
En
fin, que aguardamos esperanzados
la aparición del nuevo reglamento de circulación que ordene
justa y equitativamente los derechos al tránsito ordenado y pacífico
de unos y de otros, y no el abuso permanente
de los ciclistas sobre los peatones.