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Sarna con gusto no pica

Sarna con gusto no pica

martes 02 de octubre de 2012, 08:01h
Vaya el mal trago que están pasando los diversos dirigentes regionales del PP con los presupuestos aprobados por por el Gobierno de Rajoy. Porque, digan lo que digan, no hay manera de defenderlos ni ante la oposición ni ante la ciudadanía. De ahí que la frase más oída estos días en Sevilla, en Valencia, en Santiago de Compostela, en Toledo, en Madrid, en Zaragoza o en Mérida en boca de los presidentes de las comunidades o de los líderes autonómicos del PP sea la de "a nosotros tampoco nos gustan los presupuestos, pero no había más remedio que afrontar los recortes si queremos relanzar la economía". Aquí, en Andalucía, le ha tocado el marrón al secretario general del PP-A, José Luis Sanz, quien, con cara de circunstancias ha capeado el temporal como bien ha podido. Agua y ajo. Y es que todos tenemos la tímida esperanza que los duros ajustes del Ejecutivo central puedan servir, al menos, para detener la actual caída en picado de la economía y para insuflar un hálito de esperanza en el futuro a los sufridos ciudadanos que no ganamos para sustos. Al menos octubre ha comenzado con una buena noticia, que la luz no subirá de momento, porque bajar, por mucho que digan, no va a bajar. Algo es algo. Ojalá y no sea la única que nos depare este último trimestre de 2012.

Con todo, lo más preocupante en estos momentos es el futuro de las pensiones que está siendo cuestionado por algunos de los gurús europeos que nos visitan últimamente para analizar nuestras cuentas y poner el lápiz rojo a funcionar. Parece claro que si continuamos mucho más tiempo con más de cinco millones de parados, el Pacto de Toledo se va, hablando mal y pronto, al carajo, y los poco más de dos mil euros que se cobran actualmente de pensión máxima van a quedar reducidos a menos de mil. Al tiempo. Por eso uno, que paga en estos momentos más de mil euros mensuales a la Seguridad Social como si cotizase para recibir tres mil y pico, está echando cuentas porque no están los tiempos para regalarle al Estado ni un puto duro. Así que voy a ajustar cuentas y pagarle a Montoro y a Fátima Báñez como mucho ochocientos euros que es lo que le corresponde a una pensión como la actual. Les cuento una anécdota familiar que pone en evidencia cómo piensan los jóvenes que será su futuro. Hace unos días le echaba una bronca a mi hijo, que ha cumplido 27 años, para que acabase la carrera cuanto antes y se pusiese a trabajar en lo que fuera porque, le dije, "cuando empieces a cotizar no te va a dar tiempo de haber trabajado los años necesarios para cobrar la jubilación". La respuesta no se hizo esperar. Me miró con cara de lástima y, con una sonrisa entre sardónica e irónica, me espetó: "Vamos a ver si la cobras tú que sólo te faltan cinco años para la jubilación". Y lo malo es que lleva razón. Por si acaso, el que más y el que menos se ha tirado media vida ahorrando para suscribir un plan de pensiones privado que le asegure una jubilación más o menos decente. Confiar en el Estado del bienestar a estas alturas es como vivir en la Utopía de Tomás Moro o en la República de Platón. Y dentro de una década no les quiero ni contar.

Hoy Mariano Rajoy se reúne con los presidentes de las diecisiete comunidades autónomas en una conferencia donde nuestro Pepe Griñán va a plantearle una serie de reivindicaciones financieras que la Junta necesita urgentemente para poder atender los pagos no sólo de la deuda emitida, sino a proveedores y funcionarios. Eso y el consabido agravio comparativo que tanto se vuelve a esgrimir ahora. De momento, Montoro le ha adelantado cuatrocientos millones y le promete seiscientos más de adelanto del rescate del FLA a ver si así calma las aspiraciones federalistas del PSOE. El resto de los presidentes, con sus reticencias, están obligados a aceptar lo que les proponga el partido. Ya se sabe, sarna, con gusto, no pica. Esperemos que esta Conferencia sirva para poner algo de órden en una España de las Autonomías que está a punto de saltar por los aires ante las reivindicaciones independentistas del nacionalismo catalán de Arturo Mas (o Menos) y la tibieza de un socialismo que juega a desgastar al Gobierno al precio que sea. Rubalcaba no tiene por qué preocuparse. Rajoy es capaz de hundir en la miseria en solo un año al partido que el pasado 20 de noviembre obtuvo una de las mayorías más absolutas que se recuerdan.


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