El manto protector

   Si fuera cierto que el Gobierno se apresta a suprimir como día festivo el 6 de diciembre, aniversario en el que recordamos la Constitución, sería algo más que un error. Sería tanto como considerar que en el plano de lo simbólico nuestra Carta Magna está un escalón por debajo de festivos tales como el 19 de marzo (Día del Padre, en esencia, una fiesta ideada por los grandes almacenes). Racionalizar el calendario de días festivos para evitar que los puentes degeneren en acueductos es una cosa; otra, bien diferente, sería preterir el significado que apareja honrar a la Constitución que aprobamos en 1978.

   Hablamos del arco de bóveda sobre el que reposa todo el edificio de las libertades que nos dimos los españoles hace ahora un tercio de siglo. No quisiera pecar de solemne, pero el conocimiento y respeto de la Constitución es la primera obligación que deberíamos imponernos todos los ciudadanos. Desde su entrada en vigor hemos vivido mejor y como nunca en toda la Historia de España porque los españoles dejamos de ser súbditos para pasar a ser lo que somos: ciudadanos. Ciudadanos respetuosos con las leyes y amparados por ellas. Anotado lo anterior, tengo para mí que si es verdad que Bruselas exige la reducción del número de días de fiesta (al parecer la media en los países de la Unión es de 10 al año), me atrevo a sugerir a la vicepresidenta del Gobierno y a los representantes de la Conferencia Episcopal que, como encargados del estudiar el asunto, intenten podar otras ramas del calendario festivo. No aquella que a principios de diciembre nos recuerda a los españoles que tenemos un manto protector. Una Constitución democrática que propugna como valores superiores de nuestro ordenamiento jurídico: la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político ¡Qué menos que celebrarlos! De ahí, la fiesta.