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Dimitir no es un nombre ruso

Dimitir no es un nombre ruso

martes 20 de noviembre de 2012, 17:09h
Hay que reconocerlo. El portavoz de IULV-CA en el Parlamento andaluz, José Antonio Castro, tras no querer saber nada de las responsabilidades que pudieran tener los ex consejeros de Empleo, José Antonio Viera y Antonio Fernández, en el dictámen final de la Comisión parlamentaria que investiga los EREs fraudulentos de la Junta de Andalucía, porque, afirma, "no querer entrar en casas ajenas", viene a decir una frase que tendría su gracia si no se hubieran defraudado miles de millones de las arcas públicas andaluzas. "Dimitir -ha dicho- no es un nombre ruso, sino un acto de responsabilidad". Ja, ja, ja. Que me parto y me trocho. ¿Y quién va a dimitir si tanto Viera como Fernández fueron apartados de sus cargos antes de que cayera la tormenta y recolocados conveniéntemente? Un chascarrillo que se puede permitir el camarada Castro sabiendo, como sabe él y su jefe Diego Valderas, que el PSOE de Pepe Griñán no va a romper el pacto de Gobierno del bipartito mientras IULV-CA no toque las responsabilidades políticas que pudo tener en la trama el actual presidente de la Junta, ni su antecesor en el cargo, Manuel Chaves. Tal y como se preveía, no había que ser pitoniso ni un Rappel, el dictámen final de la Comisión sobre los EREs, eximirá de cualquier responsabilidad política, gracias al voto del PSOE e IULV-CA, a los dos máximos dirigentes de la Junta, Chaves y Griñán y, lo que es más inaudito, también a los ex consejeros Viera y Fernández, cargando todas las culpas del caso sobre el ex director general, Francisco Javier Guerrero, el del famoso chófer de los gin-tonics y la cocaína. Acabáramos. Para este viaje no hacían falta tantas alforjas ni tantos días de comparecencias.

Cualquiera con dos dedos de frente y sin los condicionamientos que tiene formar parte del Gobierno autonómico, vería completamente imposible que un director general, por mucho poder que tuviera, pudiera defraudar miles de millones durante casi diez años sin que nadie, absolutamente nadie, se percatara del engaño pese a los reiterados avisos de la Intervención General de la Junta. De verdad que todo esto suena a cachondeo, a una tomadura de pelo en toda regla al pueblo andaluz que sigue sin saber adonde coño ha ido a parar el dinero (aunque muchos sí que nos lo imaginamos) y si alguien será capaz algún día de recuperar un sólo euro de los millones estafados. Un dinero que, si no se hubiese evaporado como por arte de magia, supondría casi el equivalente de lo que la Junta ha tenido que pedir al Estado para pagar sus deudas. Uno ya no pide que dimitan, lo único que exige es que, al menos, los políticos que nos representan tengan la suficiente dignidad como para señalar las responsabilidades y los autores del desfalco y no se vuelvan a reir del pueblo que les votó. Con dictámenes como los de la Comisión de Investigación parlamentaria de los EREs es con lo que se retrata una calse política que en la que cada día menos confianza tienen los ciudadanos (y ciudadanas como diría Valderas).

Y hablando de Diego Valderas habría que echar la vista atrás y mirar tan sólo hace unos meses, las actas del Parlamento andaluz en las que quedan reflejadas sus innumerables peticiones de dimisión tanto al presidente Griñán como a varios de sus actuales consejeros. Pero, y nunca mejor dicho, donde dije digo, digo Diego, y el azote de Griñán se ha convertido, a cambio de un sillón en el Palacio de San Telmo con la cartela de vicepresidente, en una especie de manso corderito que sólo abre la boca para decir "sí, bwana" cuando don Pepe da cualquier órden. Basta comprobar el diario de sesiones de marzo de 2011. Su discurso no difería entonces demasiado del del PP: «En esa corrupción usted tiene que tener y tiene responsabilidades», le espetó entonces Valderas a Griñán. Tiene, le afeó el jefe de filas de IU, «responsabilidades por acción u omisión, por no haber exigido las responsabilidades políticas necesarias, por haberle negado a esta Cámara la necesidad de investigar a fondo». Lleva razón su portavoz cuando dice que dimitir no es un nombre ruso. Habrá que aplicarse el cuento.Tampoco cesar es solo un emperador romano, pero ambas palabras están muy jejos del diccionario que actualmente utilizan nuestros políticos. Y no sólo en Andalucía, sino en todos los rincones de nuestra querida España.
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