lunes 17 de diciembre de 2012, 08:39h
La política es puro teatro, pero a veces el teatro es política de la
buena, de la honesta. Lo pueden ver los espectadores que han asistido a una
obra "menor" de un autor novel que, sin embargo ha construido teatro del bueno
sobre un argumento que no parecía tener recorrido. La obra es "El diccionario",
el autor, Manuel Calzada, y el argumento, la vida de María Moliner
de la que muchos españoles de hoy no podrán decir ni una palabra y que para los
que saben quién fue, sólo es la autora de un diccionario. Si la mayor parte de
los autores no obtienen reconocimiento social, ¿cómo lo iba a tener un ama de
casa que se embarcó en la ardua tarea, ficha a ficha, con un lápiz y una fuerza
de voluntad descomunal, de escribir un voluminoso Diccionario de Uso del
Español, que llevaba incluso la contraria a la docta, vieja y rígida Real
Academia de la Lengua Española?
Esa vida simple de una mujer modesta, que estudió Filosofía, que se casó
con otro profesor universitario, que sufrió la guerra, el exilio interior y la
penuria económica, es no sólo la recuperación pública de una gran mujer sino
una espléndida obra de teatro, con ritmo, con tensión, con un tempo casi
perfecto y con una interpretación fantástica, especialmente por parte de Vicky
Peña, una extraordinaria actriz demasiado olvidada.
"El diccionario" es una espléndida aproximación al buen uso del español,
a su manejo adecuado, en un momento en el que cada vez lo hablamos peor. Las
palabras sirven para entendernos y cuando las usamos mal no es posible
entenderse. Cuando el médico le dice a Moliner que no era normal que una mujer
estudiara Filosofía a principios del siglo XX -nació en 1900 y murió en 1982 y
resume su propia vida diciendo que se había dedicado "sólo a zurcir calcetines"
- ella le replica: "normal, sí; frecuente, no". Hoy no es que usemos muy mal el
idioma. Lo pervertimos. Cuando hablamos de independencia, de libertad, de
ciudadanía, de derechos, de inmersión lingüística, de soberanía o de poder,
estamos manejando intencionadamente significados muy diferentes según quien los
emplee... y que nos alejan en lugar de acercarnos. El idioma no es neutral, no
puede serlo aunque se adapte permanentemente al tiempo en que se pronuncia. Esos
ajustes no pueden hacer que transforme su esencia y signifique otra cosa.
Pero "El diccionario" es también muchas más cosas. La falta de talla de
los académicos que le negaron el sillón a una mujer que hizo una tarea
descomunal. La tragedia de tantas personas en años de guerras, división entre
hermanos, persecuciones y dolor. La lucha de una mujer por su propia dignidad y
por el rigor, la exactitud. Y la tragedia que supone una enfermedad que destruye
la mente y la pérdida de lo que ella más
amaba, las palabras. Teatro del bueno, pero también teatro para pensar, para
defender el buen uso de nuestro idioma, de ese instrumento que sirve para
acercar a los hombres. O para enfrentarlos si por encima de las palabras se
ponen otros objetivos.