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La tristeza circundante y la valentía de dar un paso al frente

La tristeza circundante y la valentía de dar un paso al frente

lunes 18 de febrero de 2013, 18:21h
Desde hace algunas semanas presiento admoniciones porque "puede surgir un líder populista." El runrún coincide en tiempo y espacio con tres historias humanas.

En estos días hemos asistido al auge y resbalón de la joven Beatriz Talegón, una muchacha con vocación política que decidió seguir el casi único camino posible para trabajar en pro de sus ideales: afiliarse a un partido. 

Comprendo a Talegón. Quiso entrar en política y eligió una granja. Tiene vocación pública, cree en unos ideales y da un paso al frente. La del PSOE es la que más le gustó. Se afilia, hace carrera hasta el cargo rimbombante que tiene hoy. Entre tanto, ha viajado por el mundo haciendo el trabajo para el que se preparó y esto es lo que se le reprocha con un punto de crueldad vergonzante.

En la granja los pollos pierden su capacidad de distinguir otra realidad que el pienso, el agua fresca y el foco que los calienta. Los partidos granja han pervertido su principal misión: ser vehículos políticos al servicio de la ciudadanía, pero a veces... En el video yo vi a una muchacha consciente de la realidad social leyéndoles la cartilla a los que deberían estar procurando soluciones. Lo que yo vi fue al patito feo en la granja de pollos, y es que a veces...

¿Su pecado? Haber llegado hasta ahí trabajando durante ocho años, como muchos de sus coetáneos en otras profesiones, medicina, derecho, periodismo. En serio, hay gente que tiene vocación de servicio público, personas que creen que servir a su país es algo honorable. ¿O habríamos preferido que la hubieran nombrado a dedo el día anterior a su afortunada intervención? La habríamos crucificado por advenediza y es que nuestra mediocridad es una actitud desalmada.

La segunda historia es la de Pablo Álvarez Meana (vea el enlace)que ha elegido otro camino para llegar a la vida pública, estudiar, y no ha escatimado esfuerzos. Ahora, con un expediente académico sensacional y tan joven como Talegón, intenta saltar a lo público. Ha sido valiente en un país que asimila mal a los que pretenden destacar y se ha lanzado con una web y varios videos promocionales. Las críticas y las burlas más feroces, descorazonadoras y desmotivantes se han multiplicado por terabites. Y es que la mediocridad se expande como el aceite.

Yo vi a un chico con ganas y empuje que quiere dedicarse al servicio público defendiendo ideales cercanos al PP. Excelente expediente académico y poca experiencia, como es lógico y natural. Eligió currárselo él desde abajo y colgó su web en la red igual que un abogado coloca su placa en la calle y comienza a buscar clientes. 

Ada Colau, la tercera historia, saltó a la popularidad por decirles a sus señorías cuatro frescas y la maquinaria se puso en marcha: desde Madrid le decían que no podía llamar criminal a un criminal y desde Barcelona le afearon por amenazar (sic) a sus señorías al decirles que nosotros tenemos los votos y que si lo hacen mal los despediremos. Ada Colau lleva años curtiéndose en la búsqueda de justicia social desde la calle y dentro del sistema.

Talegón lo intenta. Álvarez Meana lo intenta. Ada Colau lo intenta. Tres que quieren ayudar. ¡Pues bienvenidos! Tenemos que darle un par de buenas collejas al sistema y necesitaremos nuevas caras, nuevos impulsos nuevas ideas. Nuevos compromisos. No importa qué estructura social utilicen para acceder a la vida pública ni tampoco el color de sus ideas; lo único que debería importarnos es el alcance de su vocación de servicio al país.

Admonición de la Sra. Cospedal: "puede aparecer un líder populista".

Necesitamos líderes para un tiempo nuevo en que los bebés juegan con i-Pads antes de gatear. No es el tiempo del presidente Rajoy ni del aspirante Rubalcaba. Es el tiempo de Colau, de PP, de Talerón. Es el tiempo de los valientes que van a dar un paso al frente por donde sea y deberíamos aplaudirlos, ser tolerantes con sus errores de aprendizaje y dejarles hacer. Nuestra mediocridad es esa mala actitud que nos lleva a bajar a los que descollan para rasarlos con el resto. Necesitamos exigirnos más, comprendernos mejor y ser más generosos.
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