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Aquí hay dinero como para asar una vaca

Aquí hay dinero como para asar una vaca

martes 04 de junio de 2013, 19:23h
Ahora se entiende por qué la jueza Mercedes Alaya se resistía como gato panza arriba a levantar el secreto del sumario de los EREs fraudulentos de la Junta. Con muy buen criterio, la magistrada sabía que una vez hechas públicas las declaraciones de los imputados, los medios de comunicación iban a hincar el diente en los aspectos más llamativos del sumario, fuesen o no importantes, para buscar titulares atractivos para los lectores, dejando a un lado aspecto farragosos y poco atractivos de la investigación. Y no se ha equivocado. Cincuenta y un tomos de sumario dan para mucho titular. Desde el lunes, todos los periódicos se han lanzado en busca de ese título que cale en lo más llamativo, en lo más soez, en lo más cutre. Como si se tratase de un programa del llamado corazón del tipo de "Sálvame", se han buscado las declaraciones más explosivas del chófer de Guerrero, aquel que en su momento ya habló de los gin-tonics y la cocaína de su jefe el director general de Empleo; de la familia del ex sindicalista de la UGT, Juan Lanzas y de algunos más que implicaran a altos jerifaltes de la Junta o del PSOE.

El primero en salir a la palestra ha sido, ¡cómo no!, el ex consejero de Presidencia de Manuel Chaves y actual diputado en el Congreso, Gaspar Zarrías, de quien el chofer en cuestión dice que se entrevistó con Francisco Javier Guerrero para indicarle varios nombres de intrusos que tenía que incluir en algún ERE. Mucho ha tardado en salir su nombre. Y no porque sea verdad lo que afirma en su declaración Juan Francisco Trujillo, ¿Dios me libre de creer a gentuza de este jaez!, sino porque a nadie que conozca algo la política andaluza en los últimos veinte años se le oculta que el "virrey" Zarrías controlaba muy de cerca todos los hilos que se movían tanto en la Junta de Andalucía como en el partido socialista andaluz que, al fin y al cabo, eran la misma cosa. Y quienes mejor lo sabían eran aquellos que, como Trujillo o Lanzas, procedían de la provincia jiennense donde no se movía una hoja sin el permiso o las indicaciones de Gaspar.

Con todo, la frase que más me ha llamado la atención de las desveladas en el sumario es la de la madre de Juan Lanzas quien afirmaba a la Guardia Civil que llegó a su casa de la finca de Albanchez de Mágina para hacer un registro que su «Juan le metía dinero en su cuenta todas las semanas, en cantidades de entre 20.000 y 25.000 euros a la semana». Seguramente por eso llegó a afirmar que su hijo tenía "dinero para asar una vaca, pero no lo vais a encontrar" y que tenía "una cámara llena de jamones de pata negra", algo que también decían su hermana y su cuñado. La kafkiana situación da una somera idea del cutrerío que ha rodeado desde el principio la trama de los EREs y, sobre todo de la falta de controles que han existido y existen en la administración andaluza. Un coto cerrado donde unos cuantos espabilados con el carné del puño y la rosa hacían lo que les venía en gana con el dinero de los parados. Los sobres con dinero se repartían en bares cercanos a las Consejerías y hasta en la mismísima cafetería del antiguo Hospital de las Cinco Llagas, sede del Parlamento andaluz. Así durante toda una década...y Pepe Griñán, consejero de Economía y Hacienda y después presidente de la Junta, no se enteró de nada, pobrecito mío.

Pero la vida sigue y ya son 57 los imputados por la jueza. Y alguno más que está al caer. Por más que la Junta siga poniendo trabas a la instrucción y por más hilos que muevan algunos para que de una vez la jueza impute a José Antonio Viera y para que las altas instancias judiciales le aprieten las tuercas a la magistrada, a Pepe Griñán le va a seguir doliendo la cabeza una buena temporada y el fantasma de la Alaya se le va a seguir apareciendo por las noches aljarefeñas amenazando su cabeza con la espada de la Justicia. Que se hayan robado impunemente cientos de millones de euros mientras la Junta se dedica a darle el desayuno, la comida y la merienda a miles de niños necesitados cuyas familias están en el paro es un contradiós en esta sociedad desarrollada del siglo XXI. Sobre todo si, al final, como suele ocurrir en tantos casos de corrupción política, todos los implicados acaban tranquilamente en sus casas con los bolsillos repletos de dinero para asar vacas.
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